sábado, 28 de abril de 2012

El niño de Marte


“A veces olvidamos que los niños acaban de llegar a la tierra. Son un poco como los alienígenas que llegan como un puñado de energía y puro potencial en una especie de misión exploratoria e intentan aprender lo que significa ser humano. Por algún motivo, Dennis y yo buscamos en el Universo y nos encontramos el uno al otro. Nunca sabré cómo o por qué, pero descubrí que puedo amar a un alienígena y él puede amar a una criatura. Y eso es lo bastante extraño para los dos”.

Así concluye El niño de Marte, película dirigida por Menno Meyjes y protagonizada por  John Cusack y Bobbie Coleman.

Hoy, después de verla, y sin siquiera apagar el reproductor de DVD, con la música final de fondo y los créditos paseándose por la pantalla de mi televisor,  me he puesto a pensar en lo que en ella sucede. Podría haberme quedado en una visión superficial, nada condenable, por otro lado, y sacar la conclusión de que sólo es una película más que nos habla de la importancia de la familia y de las relaciones; sin embargo, me ha hecho darle vueltas a la idea de la necesidad de afecto que todos poseemos y, especialmente, los niños.  En ella, se pone de relieve el hecho de que, por un lado, todos somos especiales, distintos, con nuestras virtudes y nuestras carencias, y, por otro, el que todas las personas, sin excepción alguna, necesitamos que se nos trate de entender y se nos dé muestras de cariño; sobre todo, cuando sentimos aquel miedo al abandono y la pérdida.

Igualmente, en El niño de Marte, se nos muestra como, en muchas ocasiones, todos nos sentimos fuera de lugar; y se plantea la eterna pregunta de si es positivo o no ser como los demás; de esta forma, ¿hay algún problema porque Dennis crea que es de Marte? Tal vez respondamos que sí, que tiene algún “defecto” o que está enfermo, pero, ¿y si pensamos que es sólo un niño de 6 años al que abandonaron cuando era pequeño y que ha ido pasando de familia en familia hasta encontrarse con David, escritor de ciencia ficción y viudo desde hace un par de años? Igual la respuesta se modifica...

Pues bien, como ya dice uno de los personajes al comienzo de la película, “todos los niños son de Marte y, al menos, éste lo reconoce”. Y estoy de acuerdo con él. Aunque yo no lo afirmaría sólo de los niños, sino que lo ampliaría a cualquier persona, de cualquier edad, porque, ¿acaso no tenemos todos nuestras rarezas?, ¿no es cierto que, en multitud de ocasiones, no somos capaces de comprender a los demás por sentirlos distintos a nosotros mismos?, ¿será que somos todos de Marte o tal vez sólo seamos únicos?

Mientras daba vueltas en mi cabeza a todo esto, tal vez por “deformación profesional”, he acabado trasladando mis pensamientos al aula, que, al fin y al cabo podría decir que es “lo mío”, y he comprendido una vez más que sólo puedo reafirmarme en la idea de que es de vital importancia que seamos capaces de ver a nuestros alumnos con todo el potencial que poseen; tratando de poner de relieve sus talentos, ayudándolos a descubrirse a sí mismos y acompañándolos en su camino hacia la valoración personal.

Como bien sabemos, la mayoría de las veces, esos niños, esos adolescentes "retraídos" o "problemáticos", sólo están demandando un poco de afecto y de comprensión. ¿Por qué no dárselo y hacerles ver que la vida en la Tierra ya es suficientemente complicada y bonita como para pensarse de otro planeta? Y, si desean seguir creyéndolo así, ¿por qué no, simplemente, acompañarlos en su aventura?

2 comentarios:

  1. Realmente sabio y encantador . Si me permites colgarlo en mi página??

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    1. ¡No hace falta pedir permiso!
      No sabes cuánto me alegra que te haya gustado.

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