jueves, 19 de abril de 2012

Nuestra riqueza interior

- ¿Qué pasa, Jaime? Te veo un poco distraido, no sé, como triste.

Jaime, que hasta ahora había caminado con la cabeza baja, la levantó dirigiendo la mirada a su abuelo y, mientras continuaba dando patadas a las pequeñas piedras que encontraba por el camino, le contestó con tono serio y profundo, bastante en desacorde con su edad:

- Nada, abuelo. Sólo pensaba en lo bonitas que son las flores, en sus colores, en el azul del cielo y en lo grandes que son las montañas. Veo esos árboles fuertes y me parece que han estado ahí siempre y que nada puede tirarlos...

- Pero eso no es malo, cariño. - Contestó su abuelo con ternura.

- Sí, sí lo es. Porque, ¿por qué ellos son así y yo sólo un niño que va al cole, y mi seño me corrige las sumas en rojo, ¿sabes? ¡siempre me salen mal!, y llevo gafas y todavía soy pequeño... ¡No tengo el color de las flores ni del cielo, ni la fuerza de los árboles ni de las montañas!

En ese momento, el abuelo se detuvo y, sentándose en una gran piedra que allí había, cogió con delicadeza a su nieto del brazo para que se acercara a él.

- Verás, tú ahora no tienes el rojo de esas amapolas, ni eres grande como ese arce; pero, ellos antes fueron una semilla y no se preguntaron si iban a ser tal o cuál árbol. Simplemente crecieron. Y tú, Jaime, harás lo mismo. En tu interior hay tesoros escondidos, hay riquezas empolvadas, hay... ¡tantas cosas buenas! Sólo tienes que verlas y dejarlas crecer.

- ¿Cómo la semilla, abuelo? - Preguntó intrigado Jaime con una medio sonrisa en la boca.

- Exacto. Tú tienes una gran semilla dentro de ti. Déjala crecer, sácala y compártela con los demás. Verás como, después, cuando lo hagas, te sentirás como esas flores y árboles a los que admiras; como el cielo y las montañas.

- Vaaale - Respondió Jaime impaciente - Venga, vámonos ya que quiero jugar al fútbol.

Y abuelo y nieto, ambos sonrientes, reanudaron el camino a casa.

Todos llevamos una semilla dentro. Todos tenemos en nuestro interior riquezas empolvadas, tesoros escondidos... Sólo hace falta mirar hacia nosotros mismos, reconocerlos y hacer que crezcan hacia el exterior.

2 comentarios:

  1. Hola Elisa!
    preciosa entrada la de hoy... me ha encantado!
    con tu permiso he animado al resto de tortuguitas a leerlas y pasarse por tu blog. LAs cosas buenas no podemos atesorarlas, sino compartirlas ;)
    Un abrazo y gracias por la lectura de hoy.

    Laura

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  2. Gracias, Laura. Me alegro de que te haya gustado y, como bien, dices, ¡compartamos!
    Un abrazo fuerte,
    Elisa

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