viernes, 27 de abril de 2012

Ser mayor

Y tú, Sofía, ¿qué quieres ser de mayor?- Preguntó su profesora sacándola del ensimismamiento en que se encontraba.
Sacudiendo la cabeza como para echar fuera aquellas imágenes que le venían a la mente mientras miraba por la ventana, respondió titubeante: "Yo... de mayor... no sé; ¡quiero ser mayor!" Siempre contestaba lo mismo y, realmente, no entendía por qué los demás, cuando decía eso, la miraban con cara rara...

Ahora, transcurridos treinta y tantos años desde aquel entonces, se miraba al espejo sin poder olvidar aquella respuesta: "Ser mayor". Sí, cuando era pequeña, quería ser mayor para llevar las uñas pintadas de rojo y zapatos de tacón; para ser independiente y tener su propia vida. Sin embargo, se suponía que ya lo había logrado y, al ver su reflejo, no se sentía así. Sus uñas lucían un precioso esmalte color carmín y sus zapatos aumentaban considerablemente su estatura. Tenía un buen trabajo y una pequeña casa en la que vivía con su perro, un Welsh Terrier llamado Charlie; pero, aún así, ella seguía viendo a aquella niña de largas trenzas. A esa pequeña a la que todos protegían, a la que cuidaban y de la que decían que siempre estaba en su mundo...

Y ahí, frente a ella misma, con esos pensamientos en la cabeza, se planteaba qué era lo que sucedía. Tenía claro que no era aquello que vulgarmente denominaban "complejo de Peter Pan", pero no era capaz de discernir si lo que fallaba era su actitud o la de los demás. Siempre la misma pregunta. Siempre las mismas dudas. ¿Quién era ella? Tenía la sensación de que jamás se había mostrado como realmente era, sino como el resto quería verla. Inconscientemente hacía el papel de hija, de amiga, de novia, de jefa, y sentía que se había perdido en ellos... ¿Máscaras? Tal vez. Pero, ¿acaso no las llevamos todos? Se preguntaba incesantemente. No lo tenía claro... Sólo sabía que estaba cansada. Que, por fin, estaba dispuesta a ser mayor.

2 comentarios:

  1. Pues confieso que este texto ha despertado a la pequeña Sofía que llevo escondida. Y como ella, yo admiro la claridad y sensatez rotunda de la infancia. De pequeña quería tener un ático con un perro marrón, una cama elevada desde donde bajaría en trapecio y desde ahí me iría a trabajar al circo. Sin más. Además, creía que ser mayor era otra cosa, que superaría la timidez, la responsabilidad castrante y el exceso de sensibilidad; y que dejarían de decirme que al reírme parezco china.
    Pues nada de eso. No sé en qué momento los planes empezaron a ser otros. Y ni siquiera sé si lo que soy es lo que debo ser, lo que quiero ser, lo que esperan de mi o todo ello junto. Visto el engaño de la madurez, yo digo como Bunbury, que de mayor quiero aprender a ser pequeño.

    ResponderEliminar
  2. Antes de nada, Olga, decirte que me encanta verte por aquí y darte las gracias por tu estupendo comentario. Realmente, coincido contigo. Esto de ser mayor es algo complicado y, como Sofía, acabamos perdiéndonos en lo que somos, lo que queremos ser, lo que debemos y lo que quieren de nosotros...
    Es cierto que cuando somos niños, pensamos que el "ser mayor" es mucho más sencillo y, lógicamente, no somos capaces de ver las dificultades que ello conlleva porque ni siquiera las conocemos; creemos que todo va a ser pintarse las uñas y trabajar en un circo... ; sin embargo, hace tiempo, alguien me dijo algo así como que el "adulto completo", el realmente íntegro y feliz, era aquel que tenía la sabiduría del anciano, la madurez del cuarentañero (no soporto el término "cuarentón"), la locura del adolescente y la inocencia del niño.
    Bien es verdad que todavía nos falta mucho por aprender, pero no perdamos a ese niño cándido que llevamos dentro, ni ese quinceañero irresponsable; saquémoslos cuando los necesitemos y, junto a ellos, y nuestras dificultades de adulto, sigamos nuestro camino hacia la sabiduría de la vejez...
    Un beso muy, muy fuerte.

    ResponderEliminar