domingo, 10 de junio de 2012

Hoy todo saldrá bien

No recuerdo la hora. Ni el día. Ni siquiera recuerdo el año. Debía de ser otoño, puesto que el parque estaba cubierto de hojas color rojo bermejo y una fría brisa auguraba el final de la estación estival. 

Mientras subía las escaleras del metro, escuchando la música de su reproductor, se repetía para sí mismo que iba a ser un buen día. "Hoy todo saldrá bien".- Se decía interiormente.

Desde hacía unas semanas, se obligaba a repetírselo en cuanto se levantaba. También se obligaba a sonreír; y, cuando bajaba en el ascensor para salir de su casa, se miraba en el espejo y, dirigiéndose a la imagen reflejada, decía en voz alta: "Eres estupendo. Hoy todo va a salirte bien". "Menos mal que nadie me oye. Creerían que estoy loco...".- Solía pensar a continuación. Aunque, en el fondo, poco le importaba.

En la calle, la gente caminaba con paso firme. Con prisa. Como si se les fuera a acabar el tiempo. Nadie miraba a los demás. Se dirigían a su "destino" con la mirada fija y sorteándose unos a otros con una habilidad extraordinaria. Y el que no era capaz de hacerlo y en su torpeza empujaba o chocaba con otro transeúnte, simplemente se detenía unos segundos y continuaba rápidamente su camino sin pedir siquiera disculpas.

Se detuvo a observar la escena. Sonrío. Alguien le dio un pequeño empujón y, sin saber bien por qué, fue él quien levantó la mano en señal de disculpa. Respiró hondo. Llenó sus pulmones con al brisa del momento y continuó su camino calle arriba. 

La espalda erguida. Los brazos relajados. El paso firme. Una melodía envolviendo la atmósfera. Su "frase" en la cabeza. "Hoy todo saldrá bien". Sin darse cuenta, en su cara iba formándose una sonrisa cada vez más amplia. Irradiaba luz; aunque él no fuera consciente de ello. Y se sentía feliz. 

Como cosa del destino, al pasar por aquella cafetería, giró levemente la cabeza y si mirada se dirigió al interior. No pudo evitar entrar. Y allí estaba. Dirigiéndose a ella, la miró fijamente a los ojos y sólo preguntó:
"¿Eres tú, verdad?"
"Sí".- respondió ella con voz delicada.- "Me alegro de haberte encontrado"

Aunque desde fuera no era capaz de escuchar exactamente lo que sucedía, en ese momento supe que debía marcharme. Él había llegado a su destino. Ella ya lo esperaba. Sus luces interiores brillaban al unísono. 

Sonriendo, di media vuelta y emprendí el camino de regreso a casa.

Nunca más volví a verlos.


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