miércoles, 6 de junio de 2012

¿Y tú qué eres?


Desde que entré en un aula a dar clase, hace ya unos doce años, pensé que era profesora. Sí, incluso me "sentía" profesora. Y, realmente, estaba orgullosa de ello. "Soy profesora", me repetía a mí misma innumerables veces. "Soy profesora".

La verdad es que no sé si alguna vez tuve aquello que llaman "vocación", pero creo que no me puedo quejar de los resultados, ya que, a día de hoy, tengo unos antiguos, y actuales, alumnos estupendos y, al menos para mí, eso es lo que verdaderamente cuenta.

De esta forma, me pensé profesora hasta hace algo más de un año. Todo fue por una pregunta, para mí impensable, que me hizo una persona muy importante en mi vida; de pronto, con toda la calma del mundo, me preguntó:

"Y tú, ¿por qué dices que eres profesora?"

Lógicamente, yo no entendía nada; ¿qué iba a ser si no?, ¿a qué se refería? Viendo mi cara de extrañeza, continúo explicándome que él creía que yo era maestra. Para mí, eso era imposible; ¿maestra?, no. Maestro es aquel que ha estudiado magisterio y que, para mí admiración, es capaz de trabajar con niños de entre 3 y 12 años. No. Definitivamente yo no era maestra. Ahí quedó el asunto.

También busqué el terminó en el DRAE; nada. Todo apoyaba mi teoría de que yo no era maestra.

Sin embargo, poco a poco mi cabeza empezó a darle vueltas a todo ello; si bien era cierto que yo no entraba en ninguna de las acepciones correspondientes a ese término, lo de "profesora" se me quedaba corto. Yo era consciente de que no me limitaba a dar clase, a explicar los conceptos de mi materia, sino que, de alguna manera, me acercaba a los alumnos; ellos me pedían opinión y consejo y el trabajo no era el que "socialmente" parece que tiene un profesor.

Volví a hablar del tema con aquella persona. Le pregunté mis dudas e inquietudes. Y, como quien no quiere la cosa, sólo me contestó:

"Hablo del término maestro en el sentido griego. Y tú lo eres".

Ahí comprendí todo.

Desde ese momento, y al darme cuenta de que el nuevo término me llenaba y se asemejaba mucho más a mi labor, comencé a pensarme "maestra".  Sé que muchos lo concebirán como algo prepotente, pero también sé que, como dice el refrán, a buen entendedor, pocas palabras bastan...

Siguiendo con todo ello en la cabeza, hace cosa de un mes, coincidí con un estupendo colega de universidad y trabajo y se me ocurrió hacerle la pregunta:

"Oye, y tú, ¿qué eres?"
"Educador". Me contesto con enorme firmeza.

Ufff..., ¡educador! Esa sí que no me gusta... No sé por qué, desde hace tiempo he cogido bastante manía a todos esos términos relacionados con la "educación"; creo que los veo demasiado dogmáticos... Ni corta ni perezosa, se lo comenté y, para mi asombro, me dio la razón.

"Entonces, ¿qué eres?" Volví a preguntar insistente.
"Soy enseñante". Respondió con una gran sonrisa.

Y tú, ¿qué eres? Profesor. Maestro. Educador. Enseñante...
¡Qué más da! Lo único realmente importante es que, al margen de cualquier término o etiqueta, realices tu trabajo con el corazón, entregando lo mejor de ti, mostrando esa luz que brilla en tu interior para, así, poder llegar a los demás.

Yo soy Elisa. Y soy maestra.


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