jueves, 19 de julio de 2012

Hoy todo puede suceder

Aquella noche todo podía suceder. Ella lo sabía. Estaba segura de ello.

Aunque le resultaba difícil, trataba de que nadie notase su nerviosismo. Debía controlarlo ya que, de no hacerlo, preguntarían el motivo y de sobra sabía que de nada serviría hablar de emociones y sensaciones...

Como cada noche, cenó con papá y mamá; esta vez, manteniendo la compostura... Esperó el tiempo oportuno para pedir permiso para ir a su habitación y, una vez concedido, subió las escaleras con la mayor tranquilidad con que le fue posible. Al llegar a los últimos escalones dio una gran zancada que concluyó con un breve sprint hasta la puerta. Una vez allí, ya segura de sí misma y con el corazón cada vez más acelerado, la cerró tratando de no golpearla y corriendo se acercó a la ventana. Suspiró profundamente.

Hoy todo es posible.- Se repitió a sí misma en un susurro.

Subió la cristalera para sentir la brisa de la noche en su rostro. Suspiró de nuevo.

Apoyada en el alféizar, su mirada se centró en la luna. Redonda. Brillante. Rodeada de estrellas que, al igual que ella, parecían adorarla.

Hoy todo es posible. Hoy todo es posible...

Cerró los ojos. Dejó que sus deseos e ilusiones tomaran forma. Cada vez eran más intensos y ya casi podía tocarlos. Su cuerpo se estremeció y seguidamente comenzó a sentir que el calor la embargaba. Nunca hasta entonces había tenido aquella sensación. No era un calor abrasivo ni sofocante como el de las noches de verano en las que no conseguía dormir; más bien se parecía a aquel proveniente del abrazo de una madre; a aquel calor que reconforta sin resultar agresivo...

Y, así, se dejó llevar... Por su mente, cada vez más ligera, pasaban todos sus recuerdos. Sus ilusiones continuaban intensificándose poco a poco y, sin darse siquiera cuenta, una inmensa paz embargó todo su cuerpo. Lentamente abrió los ojos. Y allí estaba. Una larga escalera surgía como por arte de magia desde su propia ventana. Se frotó los párpados. Sí. Era real. Allí estaba. El primer peldaño estaba en el mismo alféizar. Los siguientes, la conducían a la luna.

Lentamente, aunque con firmeza, se encaramó a la ventana. Colocó el pie derecho con cautela en el primer escalón asegurándose varias veces de que era fiable. Después el izquierdo. Ya había dado el primer paso. 

No ha costado tanto.- Pensó.- Sólo he tenido que sentir con fuerza y decidirme a seguir a mis ilusiones. 

Aquel pensamiento la reconfortó. Hizo que se sintiera aún más segura de sí misma y, sin saber cómo, continuó subiendo y subiendo escalones. Primero, lentamente, sin prisas... Poco a poco su paso se convirtió en un ligero trote hasta que, al llegar a los últimos peldaños, llena de energía y satisfacción, dio un gran salto que hizo que perdiera el equilibrio cayendo sobre un lecho que asemejaba algodones...

Hoy dormiré en la luna.- Pensó con una sonrisa de felicidad en su rostro.- Hoy, dormiré en la luna.

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