jueves, 29 de noviembre de 2012

La almohada quejumbrosa (I)


Mi almohada está cansada; me lo dijo ayer. Se queja de mis lágrimas... Bien es cierto que no lo esperaba, ¡son demasiados años juntas!, pero como ella dice, "en verano, todavía es soportable; pero, en invierno hace que pase frío e incluso que me constipe".

Me pilló tan por sorpresa que, interrumpiendo en seco las gotas saladas que fluían de mis ojos, pensé inmediatamente en cambiarla y comprar una nueva. "Bien, te he cansado, pues ya está, ¡seguro que encuentro otra que te reemplace y que, además no se queje!"; pero, gracias a yo que sé qué, un fuerte sentimiento de tristeza me invadió todo el cuerpo. ¿Acaso cambiaría a un gran amigo solo porque me dijera algo que no quiero oír? No, definitivamente no. Creo que sería un tremendo error...

Esta noche hablaré con ella. Le pediré disculpas (aunque soy de las que opinan que mejor no hacer algo para después tener que disculparse) y trataré de solucionarlo. Sé que ella me escuchará y ayudará. Cómo ha hecho siempre. 

Hablaremos largo y tendido...