martes, 29 de enero de 2013

Una segunda oportunidad

Hay veces que la vida te da una segunda oportunidad. 

Es cierto que en muchas ocasiones, cuando esto sucede, nos encontramos hundidos y sintiendo que lo hemos perdido todo; tan, tan hundidos que ni siquiera somos capaces de levantar un poco la vista para ver aquello que la vida, el cosmos, o quién quiera que sea, nos brinda. 

Lógicamente, podemos seguir ahí, al fin y al cabo no es fácil salir de ese tipo de situaciones, preguntándonos qué ha sucedido y entristeciéndonos por nuestra situación; pero, ¿por qué no mirarlo como un comienzo, un inicio, un tiempo para nosotros mismos?

Sí, definitivamente puede resultar harto complicado, pero creo que merece la pena esforzarse por verlo; esforzarse por comprender que tenemos ante nosotros un lienzo en blanco para pintar con todos los colores que queramos; que tenemos un nuevo libro con todas sus páginas inmaculadas esperando a que las rellenemos con nuestros deseos, nuestras experiencias, nuestros nuevos logros y nuestros nuevos fracasos. 

¿Y si no lo hacemos? Bueno, en ese caso nunca sabremos cuándo llegará una nueva...

lunes, 21 de enero de 2013

Gracias

Si bien es cierto que no suelo hablar de mí en el blog por considerarlo demasiado "público", creo que hoy haré una excepción. El motivo no es otro más que quiero dar las gracias y, siendo así, me gustaría que llegase al mayor número de gente posible.

Pues bien, el pasado septiembre comencé a trabajar en un colegio dando clase de lengua y literatura a grupos de la ESO y Bachillerato. Recuerdo que, después de haber estado el último año ejerciendo de profesora de adultos y extranjeros y de mi última experiencia en secundaria, no demasiado recomendable, me sentía totalmente abrumada con la idea de volver a dar clase a adolescentes; abrumada y, por qué no decirlo, con bastante miedo y nerviosismo. El primer día fue bien (el primer día siempre va bien) y el resto también. Me hicieron sentir a gusto, disfrutaba de mis clases, me reía y tenía la sensación de que existía ese "feedback" tan de moda en la actualidad y tan importante en un aula. También comencé a poner en práctica mis conocimientos, recientemente adquiridos, sobre Inteligencia Emocional, PNL y, por qué no, un poquito de coaching. 

Como de costumbre, el aula era mi lugar. Esa sensación de cerrar la puerta y sentirte tú mismo; de olvidar todo lo que sucede fuera, los problemas, las desilusiones y decepciones, de compartir con tus alumnos experiencias que, aunque ellos siempre creen que no sirven para nada más que para perder el tiempo y "no dar clase", tú, en tu interior, eres más que consciente de que les calará y esperas que, en un futuro, puedan recordarlo y emplearlo positivamente. Esas sensaciones que, creo y espero, todo profesor conoce.

Debido a las circunstancias de la vida, al destino o a cómo queramos llamarlo, llegaron las ansiadas vacaciones de navidad y yo, que siempre elijo buenos sitios para pasarlas, en vez de irme al Caribe, estuve hospitalizada en una clínica madrileña. Y, supuestamente, ahí acabó mi relación con todos esos chicos de entre 12 y 17 años con los que había compartido los últimos meses de mi vida. Al salir del hospital, todavía de baja, me encontré con que me habían despedido del trabajo y, por motivos que desconozco y que tampoco vienen ahora a cuento, no pude despedirme de ellos.

Los que ya me conocéis un poco, creo que os podéis hacer una idea de cómo me sentí. No darles ninguna explicación, no poder decirles ni un "hasta luego"... ¡Y con todo lo que quedaba por hacer!

En fin, era algo contra lo que yo no podía luchar, así que traté de aguantarme y diríamos "tragármelo" como pude.

Sin embargo, cuál fue mi sorpresa cuando en mi cuenta de twitter empezó a aumentar de una manera increíble mi número de seguidores. Todos ellos alumnos de este colegio preguntando por mí y dándome las gracias por haber sido su profesora. Y fue entonces cuando recordé por qué me dedico a lo que me dedico; y fue entonces cuando comprendí, una vez más, que los adolescentes, en la mayoría de los casos, solo necesitan ser escuchados y sentir que pueden confiar en sus profesores. Y confirmé que, mal que les pese a determinados centros de enseñanza, existe otra manera de impartir clase; una manera que, egoístamente, hace que en momentos como el que paso actualmente, me sienta orgullosa de mi trabajo y halagada por todos mis alumnos. Igualmente, todo ello me hace ver las grandes personas que son ellos y, desde aquí, querría animarlos a que no cambiaran.

Por todo ello, chicos, solo puedo daros las gracias: gracias por ponerle mi nombre a una guitarra, gracias por seguir poniendo mi nombre en el parte cada mañana, gracias por todos los mensajes que me habéis mandado y, por supuesto, gracias por haberme dejado compartir con vosotros estos cuatro meses de vuestra vida.

Un abrazo kinestésico y fuerte a todos.

miércoles, 16 de enero de 2013

¡Qué suerte!

Como creo que ya he comentado en alguna otra ocasión, estoy convencida de que las cosas no suceden por casualidad, de que todo pasa por algo y de que de todo y de todos podemos aprender. Sin embargo, últimamente, le he dado muchas vueltas a la idea de tener o no tener suerte en la vida; ¿cuántas veces habremos dicho u oído comentarios como: "¡qué suerte tiene esa persona, siempre le sale todo bien!". 

Pues bien, personalmente, no creo que sea cuestión de suerte; es más cada día estoy más convencida de que lo que nos sucede viene motivado por nuestras acciones, nuestros comportamientos y, por qué no, nuestros pensamientos.

Tal vez, despiertes un día y parezca que tu vida se ha roto en mil pedazos; tal vez sea así y te derrumbes, pero párate a pensar qué es lo que ha motivado todo eso: ¿la suerte? Es muy probable que no. En cierto modo, la "suerte" no se busca, sino que se trabaja día a día; con caídas y puestas en pie, con Actitud, que a veces nos resulta difícil de encontrar, con esfuerzo, tristezas y alegrías.

¡Pobre suerte! Si realmente supiera la cantidad de veces que le hemos echado en cara cosas totalmente ajenas a ella...

Así que, cuando pienses que las cosas te van mal, cuando te vayan mal de verdad, cuando tu mundo se desmorone y no sepas hacia dónde tirar, respira hondo, detente y piensa qué te ha llevado hasta ahí. Llora, si tienes que llorar. Sonríe con los recuerdos bonitos que lleguen a tu cabeza. Y levántate para empezar de nuevo; esta vez, creando tú tu propia suerte. 

Yo, estoy en ello porque, como dice uno de mis proverbios favoritos: "si te levantas una vez más de las que caes, saldrás adelante"

Sólo queda desearos "suerte" para todos.