lunes, 21 de enero de 2013

Gracias

Si bien es cierto que no suelo hablar de mí en el blog por considerarlo demasiado "público", creo que hoy haré una excepción. El motivo no es otro más que quiero dar las gracias y, siendo así, me gustaría que llegase al mayor número de gente posible.

Pues bien, el pasado septiembre comencé a trabajar en un colegio dando clase de lengua y literatura a grupos de la ESO y Bachillerato. Recuerdo que, después de haber estado el último año ejerciendo de profesora de adultos y extranjeros y de mi última experiencia en secundaria, no demasiado recomendable, me sentía totalmente abrumada con la idea de volver a dar clase a adolescentes; abrumada y, por qué no decirlo, con bastante miedo y nerviosismo. El primer día fue bien (el primer día siempre va bien) y el resto también. Me hicieron sentir a gusto, disfrutaba de mis clases, me reía y tenía la sensación de que existía ese "feedback" tan de moda en la actualidad y tan importante en un aula. También comencé a poner en práctica mis conocimientos, recientemente adquiridos, sobre Inteligencia Emocional, PNL y, por qué no, un poquito de coaching. 

Como de costumbre, el aula era mi lugar. Esa sensación de cerrar la puerta y sentirte tú mismo; de olvidar todo lo que sucede fuera, los problemas, las desilusiones y decepciones, de compartir con tus alumnos experiencias que, aunque ellos siempre creen que no sirven para nada más que para perder el tiempo y "no dar clase", tú, en tu interior, eres más que consciente de que les calará y esperas que, en un futuro, puedan recordarlo y emplearlo positivamente. Esas sensaciones que, creo y espero, todo profesor conoce.

Debido a las circunstancias de la vida, al destino o a cómo queramos llamarlo, llegaron las ansiadas vacaciones de navidad y yo, que siempre elijo buenos sitios para pasarlas, en vez de irme al Caribe, estuve hospitalizada en una clínica madrileña. Y, supuestamente, ahí acabó mi relación con todos esos chicos de entre 12 y 17 años con los que había compartido los últimos meses de mi vida. Al salir del hospital, todavía de baja, me encontré con que me habían despedido del trabajo y, por motivos que desconozco y que tampoco vienen ahora a cuento, no pude despedirme de ellos.

Los que ya me conocéis un poco, creo que os podéis hacer una idea de cómo me sentí. No darles ninguna explicación, no poder decirles ni un "hasta luego"... ¡Y con todo lo que quedaba por hacer!

En fin, era algo contra lo que yo no podía luchar, así que traté de aguantarme y diríamos "tragármelo" como pude.

Sin embargo, cuál fue mi sorpresa cuando en mi cuenta de twitter empezó a aumentar de una manera increíble mi número de seguidores. Todos ellos alumnos de este colegio preguntando por mí y dándome las gracias por haber sido su profesora. Y fue entonces cuando recordé por qué me dedico a lo que me dedico; y fue entonces cuando comprendí, una vez más, que los adolescentes, en la mayoría de los casos, solo necesitan ser escuchados y sentir que pueden confiar en sus profesores. Y confirmé que, mal que les pese a determinados centros de enseñanza, existe otra manera de impartir clase; una manera que, egoístamente, hace que en momentos como el que paso actualmente, me sienta orgullosa de mi trabajo y halagada por todos mis alumnos. Igualmente, todo ello me hace ver las grandes personas que son ellos y, desde aquí, querría animarlos a que no cambiaran.

Por todo ello, chicos, solo puedo daros las gracias: gracias por ponerle mi nombre a una guitarra, gracias por seguir poniendo mi nombre en el parte cada mañana, gracias por todos los mensajes que me habéis mandado y, por supuesto, gracias por haberme dejado compartir con vosotros estos cuatro meses de vuestra vida.

Un abrazo kinestésico y fuerte a todos.

2 comentarios:

  1. Hola Elisa, quiero felicitarte lo primero por la calidad de persona que eres y lo segundo por la calidad de profesora que demuestras. El colegio ha perdido, y espero que se de cuenta tarde o temprano, a una profesora que no sólo se dedicaba a dar clase y a corregir exámenes, sino que se preocupaba por cada uno de sus alumnos a nivel personal. Solo tuve una tutoría contigo y me quedé impresionada como en tan poco tiempo habías conocido a mi hijo tan profundamente, no sólo en lo académico sino también en lo humano. Soy consciente que todos te echan mucho de menos y suele ser lo normal entre chicos y chicas de 14 y 15 años. Ojalá el colegio reflexione sobre esto y les haga pensar y espero que lleguen a entender que profesores como tú es lo que se necesita en las aulas, profesores que levanten autoestimas y que hagan ser mejores personas a sus alumnos. Sólo decirte que aunque no he tenido el gusto de conocerte mucho, te deseo todo lo mejor, te doy todo mi apoyo como madre y decirte que siento envidia de las otras madres que te tendrán como profesora de sus hijos. Méjorate pronto y espero que la vida te devuelva todo lo que has hecho con estos niños en tan poco tiempo, porque te lo mereces! Un fuerte abrazo. Begoña.

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  2. Buenas noches, Begoña.

    ¡La verdad es que no sé qué decir a todo lo que me escribes! Me parece que solo puedo darte las gracias.

    Gracias por valorar mi trabajo como lo has hecho, gracias por valorarme a mí como persona y, por supuesto, gracias por esos ánimos y ese fuerte abrazo que, sin lugar a dudas, me llega de todo corazón.

    Realmente, es todo un halago recibir un mensaje así de una madre de un alumno.

    Un abrazo muy fuerte,

    Elisa

    (Y, por supuesto, cualquier cosa, ya sabéis dónde estoy. De verdad)

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