Hoy, me siento afortunada. No diré feliz, ni cosas de esas, pero sí: Afortunada, y, además, con mayúscula.
Y todo ha sido gracias a un gran amigo. Me ha hecho pasar una buena tarde - es de esas personas que tienen el don de alegrarte el día - y, después, cuando me he quedado sola, me he parado un momento y me he puesto a pensar en mí.
Sí, es cierto que estos últimos meses están siendo bastante duros y, sin embargo, creo que hasta hoy no había sido consciente de lo que realmente tengo. Solo me había limitado a pensar en todo lo que había perdido, que, por otra parte, ha sido mucho.
Y sí, me siento Afortunada.
Tengo unos amigos maravillosos con los que tal vez no me vaya de copas, pero que siempre están ahí cuando los necesito; tengo una familia increíble que, aunque a veces alguno de sus miembros no me hable, me apoyan y me quieren incondicionalmente; tengo unos ex alumnos y ex compañeros de trabajo que todavía me echan algo de menos y se acuerdan de mí; tengo personas en la otra punta de España que me mandan mails dándome ánimos...
Y cada mañana me puedo levantar, aunque a veces no me apetezca, y sonreír porque hace sol o renegar de la maldita lluvia que no soporto y no para de caer en esta ciudad.
Tengo la suerte de poder ver el mar de vez en cuando; vale, no tanto como quisiera, pero algo es algo...
Y, por supuesto, tengo toda una vida por delante que comienza ahora y que pretendo disfrutar y aprovechar.
¿Se pueden pedir más cosas? Seguro que sí, pero no me importa. Lo que realmente importa es ser capaz de darse cuenta de todo lo que tenemos, no de todo lo que nos falta o hemos perdido.
Y a mí me ha sucedido hoy. Creo que nunca es tarde para darse cuenta de ello.