domingo, 31 de marzo de 2013

Afortunada

Hoy, me siento afortunada. No diré feliz, ni cosas de esas, pero sí: Afortunada, y, además, con mayúscula.

Y todo ha sido gracias a un gran amigo. Me ha hecho pasar una buena tarde - es de esas personas que tienen el don de alegrarte el día - y, después, cuando me he quedado sola, me he parado un momento y me he puesto a pensar en mí. 

Sí, es cierto que estos últimos meses están siendo bastante duros y, sin embargo, creo que hasta hoy no había sido consciente de lo que realmente tengo. Solo me había limitado a pensar en todo lo que había perdido, que, por otra parte, ha sido mucho. 

Y sí, me siento Afortunada. 

Tengo unos amigos maravillosos con los que tal vez no me vaya de copas, pero que siempre están ahí cuando los necesito; tengo una familia increíble que, aunque a veces alguno de sus miembros no me hable, me apoyan y me quieren incondicionalmente; tengo unos ex alumnos y ex compañeros de trabajo que todavía me echan algo de menos y se acuerdan de mí; tengo personas en la otra punta de España que me mandan mails dándome ánimos... 

Y cada mañana me puedo levantar, aunque a veces no me apetezca, y sonreír porque hace sol o renegar de la maldita lluvia que no soporto y no para de caer en esta ciudad. 

Tengo la suerte de poder ver el mar de vez en cuando; vale, no tanto como quisiera, pero algo es algo... 

Y, por supuesto, tengo toda una vida por delante que comienza ahora y que pretendo disfrutar y aprovechar. 

¿Se pueden pedir más cosas? Seguro que sí, pero no me importa. Lo que realmente importa es ser capaz de darse cuenta de todo lo que tenemos, no de todo lo que nos falta o hemos perdido. 

Y a mí me ha sucedido hoy. Creo que nunca es tarde para darse cuenta de ello.

martes, 26 de marzo de 2013

El duelo

El duelo. Parece que todo el mundo sabe de él. 

Yo no.

Como siempre, he acudido al DRAE y, realmente, no me ha sacado de dudas; su primera acepción dice: "Dolor, lástima, aflicción o sentimiento.", y la segunda: "Demostraciones que se hacen para manifestar el sentimiento que se tiene por la muerte de alguien." Pues bien, yo siento dolor, lástima, aflicción y, muchos sentimientos; pero, gracias a Dios, no he sufrido la muerte de alguien.

Y, aun así, creo que, por primera vez en mi vida y a mi edad, que no soy exactamente una jovencita, estoy viviendo mi primer duelo. Como ya he dicho, poco sé de las teorías y explicaciones que existen al respecto - si he de ser sincera, tampoco me he molestado en leerlas ni he puesto la famosa palabrita en la barra de ningún buscador de internet -, pero aquí estoy, sufriendo no una muerte, sino la pérdida de prácticamente toda mi vida. 

Sí, soy sincera: siento tristeza, fracaso, desesperanza, vacío y un agujero enorme que ocupa todo mi estómago. ¿Es eso lo que se siente cuando se pasa la etapa que los psicólogos llaman de "duelo"? Si es así, en ello estoy; si no, no tengo ni idea de lo que estoy pasando... Solo sé cómo me siento y que, tal vez tenga razón aquel que dice que, al no haberlo vivido en situaciones en las que debería haberlo sufrido, ahora es todo más fuerte e intenso. Probablemente sea cierto; al fin y al cabo, se trata de alguien que sabe de lo que habla y en quien confío plenamente, tanto a nivel personal, como, por supuesto, profesional.

También me aconsejan continuamente eso de "Permítete sufrir, por una vez en la vida"; y, a veces, hasta me entra la risa... ¡Me resulta tan duro llevarlo a cabo! De hecho, creo que tal vez esto sea lo más difícil que he hecho en estos casi 36 años. Pero aquí estoy, dejándome llevar; nadando cuando puedo, flotando cuando me faltan fuerzas y con el consuelo, cierto o no, de que todo ello me hará construir una Elisa más fuerte y, sobre todo, más viva.

A los que me leéis, sé que no estáis acostumbrados a que escriba este tipo de cosas, pero así es la realidad y no soy dada a mentir. No pretendo daros lástima - ¡eso sí que no, por favor! -, solo compartir con vosotros que no soy todo sonrisas y buen rollo, que me entristezco, que lloro, que sufro, que trato de emplear en mí misma todo eso que "predico", pero que, hay ocasiones en las que resulta realmente difícil...

Supongo que así es la vida.

Sé que lo entenderéis. Solo queda daros las gracias.

lunes, 4 de marzo de 2013

Decisiones difíciles

Cada día, antes incluso de levantarnos de la cama y sin ser conscientes de ello, tomamos multitud de decisiones: qué ropa ponernos, cómo tomar el café, qué transporte utilizar para llegar a nuestros quehaceres...; sin embargo, no todas las decisiones resultan tan sencillas.

¿Cuántas veces debemos tomar una decisión en la que la mente y el corazón no se ponen de acuerdo? Y no solo eso, sino que, al hacerlo, debemos tener en cuenta lo que conllevará, tanto para nosotros como para otros implicados, y asumir las consecuencias que pueda acarrear la elección. Sí, porque al fin y al cabo, una decisión no es más que eso: elegir.

Está claro que todo sería perfecto si nuestros sentimientos, pensamientos y actos estuvieran en concordancia; entonces, todo resultaría fácil, pero, de ser así, ¿dónde queda la eterna lucha entre la mente y el corazón, entre el deber y el querer?

Sé que muchos aconsejarían guiarse por el corazón, y no digo que en ocasiones no esté bien, pero ¿es siempre adecuado?, ¿se debe hacer aún a sabiendas de que es algo que no nos conviene? ¿Estaríamos escapando de un posible futuro sufrimiento o estaríamos luchando por lo que realmente queremos? ¿Sería, simplemente, que somos extremadamente "emocionales"? 

Y, por el contrario, si elegimos la mente, el deber, ¿somos cuadriculados y fríos, o simplemente "maduros"?, ¿seríamos conformistas, o luchadores sin miedo al dolor que nos pudiera causar tomar esa decisión?

Ojalá tuviera la respuesta.

Pero no, desgraciadamente, no la tengo. Y lo peor es que, encontrarte ante esa tesitura, te hace sentir perdido y desconcertado, te hace sentir miedo a tomar el camino equivocado - aunque bien es cierto, que no irrevocable -; y cada día te sometes a una presión mayor porque tu corazón siente más y tu mente te repite una y otra vez que te dejes guiar por ella. Y tienes cada vez más prisa por decidir, por "quitarte de encima" ese peso que cada vez abruma más. Y sigues con las dudas. Y te planteas cerrar los ojos y jugártelo a cara o cruz. Y tal vez sería lo más acertado...

Ojalá tuviera la respuesta. Ojalá.