jueves, 23 de mayo de 2013

Pedir ayuda

¿Por qué nos resulta tan difícil pedir ayuda?

Supongo, que hay personas que, al hacerlo, creen que son más débiles o, incluso, se sienten vulnerables; otras, simplemente tienen miedo al rechazo, a la respuesta negativa; otros... No lo sé, me imagino que habrá multitud de razones para ello.

Sin embargo, es curioso como, una vez que lo haces, te das cuenta de que realmente lo que le estás diciendo a la otra persona no es "¡Ayúdame!, soy débil y no puedo solo", sino, más bien, algo como "Te pido ayuda porque confío en ti". Y, después, le coges el tranquillo...

Con ello no quiero decir que no debamos esforzarnos e intentar solucionar nuestros "problemas" solos, pero es importante que seamos capaces de discernir entre ese luchar por nosotros mismos y algo parecido a un orgullo solapado que nos impide mostrarnos como realmente somos: con nuestras virtudes y con nuestras carencias, como cualquier ser humano.

Y ¿cuál es el motivo de que, exactamente hoy, escriba esta entrada en mi blog? Pues no es otro más que ayer fui yo la que tuve el VALOR de pedir ayuda. Y, sí, escribo "valor" con mayúsculas porque, para mí, fue uno de los mayores logros que he hecho en los últimos meses. 

Y, ¿pasó algo? Pues sí. Pasó y mucho. Tanto que hoy soy capaz de estar redactando esta entrada en mi blog...

Fui capaz de pedir ayuda a dos desconocidos. Desconocidos que me escucharon, me ayudaron, me animaron y me hicieron darme cuenta de lo realmente necesario que es solicitar una mano cuando sientes que te falta la tuya.

Y no me siento más débil que ayer por la mañana, ni peor persona, ni menos adulta, ni nada por el estilo. Más bien, creo que siento todo lo contrario. 


viernes, 17 de mayo de 2013

Mi lista de miedos


Hace un par de meses, tuve que escribir "mi lista de miedos".

Como, después de varios años intentando comprender el complicado mundo de las emociones, he llegado a la conclusión de que, en mi caso, es esa la que siempre acaba surgiendo por encima de todas las demás, llené unas cuantas hojas encabezadas por una afirmación clara y categórica:

"Miedo a escribir mis miedos"

Pues bien, no sé por qué, el otro día la encontré y, cuando la releí, me sorprendí al comprobar que unas cuantas cosas de las que había ahí escritas ya habían sucedido. ¿Había sentido miedo?, ¿recelo, acaso? No. Ni siquiera me había dado cuenta de que habían formado parte de esos temores que, poco tiempo atrás, pensé que me paralizarían.

Hoy, he vuelto hacer la lista. Los miedos han cambiado. Y, tras leerla, he decidido romperla. Sé que con ello no van a esfumarse, pero también sé que no merece la pena "asustarse" por algo que realmente no sabes cómo te afectará cuando llegue a tu vida... Y eso, si es que llega.

Tal vez sea mejor no adelantar acontecimientos, ser precavidos y prestar atención a lo que sucede, pero nunca dejarnos paralizar por un temor que ni siquiera sabemos que existe.

Porque, como dice aquella cita: "No puedes conocer lo desconocido si te aferras a lo desconocido".

Ahí queda...