sábado, 12 de octubre de 2013

Sin prisa

Después de un rato caminando, y ya algo irritado, el joven preguntó:

- Abuelo, ¿a ti no te molesta tener que andar tan despacio, así, con tu bastón y eso...?

- Hijo, no tengo prisa.

- Ya, vale, pero... no sé, ver que la gente pasa a tu lado, que siempre te quedas atrás, que...

- No tengo prisa.

- Sí, ya sé que no tienes prisa, pero ¿no echas de menos poder correr como cuando eras joven?, ¿no te molesta tardar diez minutos en llegar a un sitio al que podrías llegar en cinco?, ¿no te sientes mal por tener que ir siempre tan lento?...

En aquel momento, el anciano se detuvo y, tras apoyar su bastón en un banco cercano, sujetó al corpulento muchacho por los brazos diciéndole:

- Verás, creo que de esta manera lo entenderás... Tú solo cierra los ojos, respira profundamente y, cuando estés preparado, ábrelos de nuevo.

Su nieto, algo confuso, aunque ya acostumbrado a las "rarezas" de su abuelo, hizo lo que este le dijo.

- Bien - continuó el hombre -, ahora mira a tu alrededor y dime qué ves.


- Veo... Veo a una mujer joven que sonríe a un niño que lleva en un cochecito; a esa otra que corre hablando por teléfono mientras sortea a todos los peatones; veo a un hombre que la observa en el reflejo de aquel escaparate... Veo un nido de pájaros en aquel árbol; veo un balcón lleno de flores... ¡Qué fachada tan bonita!, creo que nunca había visto esa casa... - ¿Será nueva?- dijo para sí mismo - No sé, la verdad es que no tiene pinta.. - Veo... ¡Ufff, veo un montón de cosa, abuelo!

- Pues eso, cariño, solo lo verás cuando no tengas prisa.