viernes, 30 de marzo de 2012

Aclarando términos

Educació emocional, una filosofia de vida: EMOCIONS, SENTIMENTS I ESTATS D'ÀNIM

El cuento de los sentimientos

Continuando con los sentimientos y las emociones, hoy quiero compartir el conocido cuento del gran Borges. Ahí va...

Cuenta la leyenda que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. 

Cuando el ABURRIMIENTO había bostezado por tercera vez, la LOCURA, como siempre tan loca, les propuso: -¿jugamos al escondite? La INTRIGA levanto la cara intrigada, y la CURIOSIDAD sin poder contenerse preguntó: -¿al escondite? ¿Y cómo es eso?  -Es un juego- explicó la LOCURA - en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden y, cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes al que encuentre, ocupará mi lugar para continuar el juego. 

El ENTUSIASMO se halló secundado por la EUFORIA. La ALEGRÍA dio tantos saltos que terminó por convencer a la DUDA, e incluso a la APATÍA, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar. La VERDAD prefirió no esconderse; ¿para qué? si al final siempre le hallaban; la SOBERBIA opinó que era un juego muy tonto (en el fondo, lo que le molestaba era que la idea no había sido suya), y la COBARDÍA prefirió no arriesgarse... 

-Uno, dos, tres...- comenzó a contar la LOCURA. La primera en esconderse fue la PEREZA, que, como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino. La FE subió al cielo, y la ENVIDIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La GENEROSIDAD casi no alcanzaba a esconderse; cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: que si un lago cristalino, ¡es ideal para la BELLEZA!; que si la rendija de un árbol, ¡perfecto para la TIMIDEZ!; que si el vuelo de una mariposa, ¡lo mejor para la VOLUPTUOSIDAD!; que si una ráfaga de viento, ¡magnífico para la LIBERTAD! Así que termino por ocultarse en un rayito de sol. El EGOÍSMO, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo... eso sí, sólo para él. 

La MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos (¡mentira!, en realidad se escondió detrás del arco iris), y la PASIÓN y el DESEO en el centro de los volcanes, el OLVIDO... ¡se me olvidó donde se escondió!... pero no es lo importante. 

Cuando la LOCURA contaba 999999, el AMOR aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado, hasta que divisó un rosal y, enternecido, decidió esconderse entre sus flores. 

-¡Un millón!- contó la LOCURA, y comenzó a buscar. 

La primera en aparecer fue la PEREZA, sólo a tres pasos de la piedra. Después escuchó a la FE discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología, y a la PASIÓN y al DESEO los sintió en el vibrar de los volcanes. 

En un descuido encontró a la ENVIDIA, y claro, pudo deducir donde estaba el TRIUNFO. Al EGOÍSMO no tuvo ni que buscarlo; él solito salió desesperado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas. 

De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la BELLEZA. Y con la DUDA resulto más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún en que lado esconderse. 

Así fue encontrando a todos: el TALENTO entre la hierba fresca, la ANGUSTIA en una oscura cueva, la MENTIRA detrás del arco iris... (¡Mentira!, ella estaba en el fondo del océano!), y hasta el OLVIDO, al que ya se le había olvidado que estaba jugando al escondite. 

Pero sólo el AMOR no aparecía por ningún sitio. 

La LOCURA buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas y, cuando estaba apunto de darse por vencida, divisó un rosal y las rosas... Y tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó. 

Las espinas habían herido en los ojos al AMOR y la LOCURA no sabía que hacer para disculparse; lloró, rogó, imploró, pidió perdón, y hasta prometió ser su lazarillo. 

Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la tierra: 

¡¡EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE, SIEMPRE, LE ACOMPAÑA!! 


J. L. Borges

¿Emoción o sentimiento?

Siempre he sido una sentimental... Algunos incluso podrían decir que demasiado. Recuerdo fechas, olores, sensaciones de momentos pasados. Suelo enternecerme con cualquier cosa. Me enfurezco ante lo que considero injusto. Y todo ello se acumula en mi interior.

Siempre he vivido a flor de piel mis sentimientos...

Sin embargo, desde hace unos meses, escucho constantemente la palabra "emoción": "emoción por aquí, emoción por allá..." Y es entonces cuando me planteo: "Sí, sentimientos, sentimientos, sentimientos...; pero, ¿dónde están mis emociones? ¿Tal vez las dejé en el baúl del desván por pensar que eran lo mismo, por confundirlas con todo aquello que sentía...?" Tal vez.



Hoy he comprendido que son distintos; hoy sé que todo aquello a lo que yo llamaba "sentimiento", aquello que pensaba que nacía de una manera inconsciente en lo más profundo de mi cuerpo, no era más -ni menos- que la experiencia subjetiva de una emoción; la experiencia consciente de algo que durante unas horas, o incluso sólo unos pocos segundos, había agitado mi mente y mi cuerpo hasta convertirlo en un puro objeto mental. 

Entonces, al entender todo esto, he vuelto a replantearme mi "error": ¿realmente he olvidado mis emociones? o ¿es que no he sabido que, en el fondo, son ellas las que me impulsan a sentir?; ¿puedo dejar de lado mis emociones y, aun así, tener sentimientos?... 

Ahora, a estas horas de la noche, estoy alegre y, sin embargo, me siento realmente agotada... A lo mejor esto confirma la teoría de grandes especialistas en la materia que distinguen entre EMOCIÓN y SENTIMIENTO. O tal vez sólo sea, como dice G.C.Giacobbe, una "paja mental"originada por el cansancio.

No lo sé. Creo que prefiero pensar (y sentir) que soy capaz de emocionarme, que esas emociones siempre me han acompañado y que sólo, como buena lingüista, he confundido el término...

martes, 27 de marzo de 2012

El poder de la vulnerabilidad

Dejémonos ver. Dejémonos sentir. Permitamos que nos vean con nuestra vulnerabilidad...
Porque ésta es el punto de partida para la conexión con los demás, la creatividad, el amor y la empatía. Merece la pena.

.http://www.ted.com/talks/lang/es/brene_brown_on_vulnerability.html

lunes, 26 de marzo de 2012

El aprendizaje afectivo

Claves del aprendizaje afectivo:

Es enseñar a una persona especial, única, respetando su estilo particular de aprender...
Es creer que tiene fortalezas y talentos propios...
Es guiarla hasta encontrarlos...
Es ayudarla a poner en práctica sus talentos...
Es saber que cada alumno tiene su forma preferida y afectiva de aprender...
Es dar un feedback constante e inmediato del desempeño del alumno teniendo en cuenta las diferentes y múltiples maneras de ser "inteligentes"...
Es creer que siempre sé es brillante en algo y darle al alumno la oportunidad de brillar...
Es comprender que, con frecuencia, el rendimiento escolar de un alumno no es representativo de su potencial, sino una indicación de que no ha aprendido a utilizarlo...
Es entender que no basta con tener conocimientos e información...

El aprendizaje afectivo es un concepto innovador que da como resultado el desarrollo de la empatía y de la autoestima, de la capacidad para resolver conflictos y tener iniciativa; un aprendizaje que guía al alumno para descubrir sus talentos basándose en la importancia de focalizar en las fortalezas más que en las debilidades, de reconocer los aciertos y no tanto los errores, de hacer listas con grandes cosas que el alumno ha hecho hasta el momento más que con todo lo que le falta; en mostrar en qué se destaca y celebrar a lo grande cada pequeño logro...

Es llevar al aula nuestra persona, íntegra, completa, y comprender que todos, al margen de nuestra edad, origen, color de piel o cociente intelectual, tenemos en nuestro interior infinidad de cosas valiosas que merecen la pena sacar a la luz...

El afecto en el aula

Profesores de diferentes culturas, de diferentes contextos, de diferentes partes del mundo, nos hacemos las mismas preguntas:

¿Cómo puedo ser optimista cuando todo parece salir mal?
¿Cómo puedo hacer para que mis alumnos aprendan más?
¿Cómo puedo hacer para no sentirme a veces tan solo?
¿Qué puedo hacer para que los alumnos superen sus miedos?
¿Cómo puedo hacer para confiar en las capacidades de mis alumnos?
¿Cómo puedo tener confianza para hacer mi sueño realidad?
...

Durante los últimos años, estas preguntas, y otras muchas, han rondado por mi cabeza en numerosas ocasiones; me las he planteado y he tratado de darles respuestas. He intentado modificar mi manera de dar clases, he procurado acercarme a los alumnos de distintas formas y con diversos enfoques... Y he comprendido que, para poder conseguirlo, es necesario llevar al aula algo llamado "afecto"...

Pero, ¿qué es el afecto? y, sobre todo, ¿por qué es tan poderoso?:

El afecto es saber que existo para alguien más. Es saber que no estoy solo. Es la ausencia de miedo.
El afecto expande la creatividad, hace que aumente la confianza en uno mismo y eleva la autoestima.

Entonces... ¿por qué no utilizarlo en el aula?

(Adaptación de "El poder del aprendizaje afectivo". Mariana de Anquin)

domingo, 25 de marzo de 2012

El baúl de las emociones


Sucedió una tarde lluviosa del mes de marzo. No recuerdo de qué año, pero sí que fue hace mucho, mucho tiempo…

Apoyada en el quicio de la ventana veía cómo la lluvia incesante empapaba el jardín, mientras las gotas que caían en la fuente que lo presidía formaban círculos concéntricos en el agua estancada.

En mi habitación, montones de libros apilados en desorden; algún que otro muñeco de felpa sobre la cama y la caja de música sobre la mesa. Inconscientemente levantaba su tapa para ver a aquella bailarina danzar sobre un alambre al son de la música. La abría y la cerraba de nuevo. Sólo unos instantes…

Mientras, observando todo aquello, mi mente vagaba por aquellos lejanos mundos que había conocido a través de tantas lecturas.

Sin saber bien porqué, me encaminé al desván. Aquel era mi refugio; solía subir con mis papeles, con mis lápices de colores y mis libros, para dedicarme a lo que más me gustaba: pintar. Pero aquel día no los llevaba conmigo. Supongo que sólo quería estar sola en el lugar donde realmente me sentía bajo cobijo. Subí lentamente las escaleras. Mis pisadas hacían rechinar la madera. No importaba; no había nadie en la casa y nunca sabrían que, de nuevo, me había escondido allí.

También rechinó la puerta cuando, tras girar el pomo, tuve que empujarla suavemente para acceder a la habitación. La conocía palmo a palmo, centímetro a centímetro y, como siempre hacía, fui directa a sentarme en el suelo, con la espalda apoyada sobre aquel viejo baúl de madera. Era reconfortante. Me sentía tranquila y una paz interior invadía todo mi cuerpo. Respiré hondo. Cerré los ojos e imaginé, al igual que otras tantas veces, qué era lo que podía guardar aquel baúl. Nunca lo había abierto; siempre prefería dejar volar mi imaginación infantil y, en el fondo, creo que tenía miedo de que, al ver su contenido, sufriera una gran desilusión.

Sin embargo, ese día de marzo era especial; no sé muy bien porqué, pero armándome de valor, me dispuse a levantar suavemente la tapa del mueble para, con más temor que curiosidad, observar por unos segundos lo que él escondía. Sólo sería un poquito; lo justo para, de rodillas, mirar levemente en su interior…

Mis dedos temblaban. Toda yo temblaba.  Con suma delicadeza, coloqué mis manos entre la tapa y el cuerpo del baúl y, al tratar de levantarla, ella misma se abrió de golpe inundando la habitación  de luz.

Todos los colores  se hallaban dentro: toda la gama de rojos, azules, amarillos, verdes…; incluso el negro estaba en su interior.

Fui cogiéndolos uno a uno. Primero, el azul-siempre ha sido mi color preferido- . Una enorme alegría invadió mi cuerpo. Decidí cambiarlo por el rojo: ¡Qué sorpresa! Poco a poco, mi cuerpo y mi mente se aceleraron y, comencé a cambiar de color mientras me embargaban distintas emociones. Cogí el amarillo, pero lo solté rápidamente porque comenzaba a sentirme triste; también tuve que deshacerme enseguida del gris ya que me dio tanto asco que sólo fui capaz de tenerlo entre mis dedos unos solos segundos… Lo cambié por el verde; no estaba mal, pero, sin saber bien porqué, la alegría que había sentido unos minutos antes se empezaba a transformar en enfado. Y entonces comprendí que ese era un baúl de un valor incalculable ya que en él se recogía todo lo que yo misma era capaz de sentir.

A partir de entonces, cada día, subía al desván, abría el baúl y elegía el color que necesitaba…


Con los años, dejé de hacerlo. Las preocupaciones, obligaciones y demás características de la edad “adulta”, hicieron que me olvidara de él.

Hoy, lo he vuelto a  abrir.

martes, 13 de marzo de 2012

Gracias





Dedicado a todos los maestros afectivos... Y a todos los alumnos que pueden decir esto de, al menos, uno de sus profesores.

Cosas de la vida...


Qué curiosa es la vida. Después de varios años planteándome crear un blog de lengua y literatura para mis alumnos de secundaria, en el que pudiera participar, enviar sus escritos, etc., me veo, a día 13 de marzo, comenzando uno de “enseñanza afectiva”…

Y no es que sepa mucho de ello – al menos no todavía - pero la realidad es que, cuando menos te lo esperas, o cuando, realmente y sin saberlo, estás preparado para ello, aparece en tu vida un nuevo horizonte; un nuevo futuro al que ansías dirigirte con toda la ilusión y fuerza que posees. Y este es el mío.

Me llamo Elisa. Soy licenciada en filología hispánica. Pero eso es lo de menos… Hace más de once años, comencé a dedicarme a la enseñanza en secundaria. Cuando le dices esto a alguien, siempre hace el típico comentario: “¡qué horror!, y, ¡¿cómo se te ocurrió con lo difíciles que son los adolescentes?!”; pues bien, se me ocurrió porque quería sentirme útil. Porque necesitaba ayudar y creía que esta era una bonita manera de hacerlo. Y no me equivoqué. No voy a negar que la enseñanza a esos niveles es dura- sería una locura por mi parte-, pero también es altamente gratificante y, sin lugar a dudas y, al menos desde mi punto de vista y experiencia personal, merece la pena vivirlo. Aun así, el aula se me fue quedando estrecha; siempre encontraba temas para tratar con mis estudiantes que consideraba mucho más útiles para su vida que el saber o no analizar una oración subordinada o quién fue Vicente Huidobro - ¡ojo, y no digo que esto no sea importante!-, pero nunca había tiempo; siempre había que cumplir un temario, una programación, siempre con el miedo de cuando llegase la inspección y revisase tu agenda…; pero, ¿y dónde quedaba esa educación emocional tan importante para los adolescentes y, en general, para cualquier ser humano? Desde luego, ¡a mí sólo me daba tiempo por los pasillos y en el recreo!

Hasta aquí, sólo una reflexión habitual que ya habrán hecho otros docentes como yo a lo largo de cientos de años… Sin embargo, en septiembre del pasado año, mi situación laboral cambió; me encontré sin trabajo y, ante la necesidad de “hacer algo” y con pocas perspectivas en este país, decidí matricularme en un master de formación de profesores de Español como Lengua Extranjera. Aunque no fue una decisión tomada a la ligera, es cierto que no era algo que me hiciera ilusión… ¡Si hubiese sabido que exactamente eso sería lo que iba a cambiar mi manera de ver las cosas, mi modo de “vivir”…!

En fin, allí conocí al, para mí, “gran” Luis Dorrego que me introdujo en todo este mundo de las emociones, de la inteligencia emocional (lo siento, Luis) y de la llamada “enseñanza afectiva”. Y aquí estoy, tratando de formarme, imbuida en un mundo apasionante de sensaciones, miedos y autoconocimiento y comenzando un camino que, como muchos dicen “no tiene vuelta atrás” pero que, estoy segura, merece la pena continuar.

Un camino que me gustaría poder compartir con vosotros.

Un abrazo afectivo a todos,

Elisa.