jueves, 24 de mayo de 2012

De todos aprendí...

Ya se han acabado las clases. Mis ocho alumnos extranjeros volverán a sus países de origen: a Australia, a Noruega, a Inglaterra, a China... Y yo seguiré aquí.

Inevitablemente, echo la vista atrás y pienso en todas las personas que han pasado por mi vida y ya no están; amigos, conocidos, compañeros de trabajo, amantes, alumnos, familiares... Ahora comprendo que todos y cada uno de ellos pusieron su "granito de arena" para que yo fuera como soy. Que todos, absolutamente todos, me enseñaron algo. Que de todos aprendí. 

Es cierto que en algún momento pasó por mi cabeza y, he de decir que incluso por mi boca, ese "ojalá nunca te hubiera conocido" y, sin embargo, hasta esas personas que más me hirieron me mostraron algo importante; aunque sólo fuera el ver cómo no quiero ser.

Y lo mismo sucede con los acontecimientos. No pretendo hablar del destino - realmente no tengo claro lo que opino de él -, pero sé que las cosas suceden por una determinada razón. Sé que si no hubiera conocido la tristeza, ahora no sería capaz de sentirme feliz y que, por qué no decirlo, si no hubiera odiado, mal que me pese admitirlo, tampoco sabría lo que es amar. 

Por todo ello, miro al pasado; veo a las personas que estuvieron en él, a las que me apoyaron y amaron y a aquellas que me hicieron sufrir. Veo esos momentos de infelicidad. Recuerdo la alegría que sentí en determinadas ocasiones, la ira, la euforia; y no puedo hacer más que sonreír y agradecer que todo ello haga que el espejo que tengo enfrente refleje a una mujer que, con sus defectos y virtudes; con sus manías y costumbres; con sus complejos; con sus recuerdos; con su pasado y, por supuesto, con su presente y su futuro incierto, se siente orgullosa de ser quien es.

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