martes, 21 de octubre de 2014

Cerrando etapas

Supongo que, por mis propias experiencias, he aprendido que en esta vida es necesario ir cerrando etapas. Que no se puede vivir de recuerdos y, mucho menos, en el pasado. Sin embargo, espero que todo lo que he vivido en esta última quede en mi memoria por muchos, muchos años.

Como he dicho en muchas ocasiones, soy del tipo de personas que piensa que todo ocurre por algo y que las cosas, y sobre todo las personas, llegan a nuestra vida cuando tienen que hacerlo. Pues bien, el pasado mes de abril, aparecieron en la mía un montón de adolescentes increíbles, unos compañeros de trabajo excelentes - algunos, a día de hoy, ya amigos - y un centro escolar, nada parecido a los que estaba habituada, que me han hecho recordar multitud de cosas que había olvidado.

Por eso, me permito el lujo de "aprovecharme" de este blog para darles las gracias. Gracias a todos por hacerme sentir de nuevo lo gratificante que es ser uno mismo; gracias, chicos, por demostrarme que si perdemos el miedo a salirnos de lo que se considera lo "normal", el miedo a sentirnos "distintos", seremos capaces de vivir de una manera mucho más placentera y natural. Gracias. Gracias por acompañarme en estos meses. 

Tal vez sea una profesora (¿persona?) atípica, distinta o incluso rara. No lo sé. Nunca me lo he planteado. Pero lo que sí sé es que si eso hace que reciba tanto cariño y apoyo de mis alumnos, compañeros y familias... ¡bienvenida sea la "rareza"! 

¡Mil gracias a todos!

martes, 18 de febrero de 2014

Abrir los ojos

Hace un año y pico, un alumno del que guardo un gran recuerdo me preguntó por qué me dedicaba a la enseñanza.

Por aquel entonces, yo me levantaba a las seis de la mañana para cruzarme media ciudad en transporte público y llegar al colegio a las 8.30. Las clases comenzaban a las 9.00 y hasta las siete de la tarde, como mínimo, no llegaba a mi casa, donde solía "pasar el rato" corrigiendo exámenes y preparando clases... Supongo que su pregunta era lógica. Es comprensible que, al igual que la mayoría de las personas, no lo entendiera.

Sin embargo, todo aquello merecía la pena; incluso podría decir que yo ni siquiera era consciente del esfuerzo que realizaba. Lo realmente importante era llegar al aula, cerrar la puerta, ver a mis alumnos y sentir que me encontraba en lo que verdaderamente era mi "mundo". Sí, eso es lo que he sentido en todos mis años como profesora. 

A día de hoy, después de cierto tiempo, me he sorprendido preguntándome si volvería a hacerlo y, lo realmente curioso, es que, aunque bien es cierto que no he sido capaz de responderme inmediatamente, esos buenos recuerdos, esos momentos en el aula, esos alumnos, ese disfrute explicando aquello que me gusta y compartiendo mi pasión con ellos, han pesado más que los madrugones, que los enfados que de vez en cuando pueden producir los adolescentes, que las largas reuniones de evaluación y las interminables horas delante de exámenes que, en ocasiones, llegan a exasperar...

Así que: sí. Sé que, ahora ya sin dudarlo, mi respuesta sería, una vez más, una rotunda afirmación.

Gracias, J.N., por hacerme pensar en ello... Porque, de vez en cuando, todos necesitamos que nos vuelvan a abrir los ojos.