Hoy, por unas horas, he vuelto a sentirme adolescente...
No, no me he ido de "botellón" ni he pasado la mañana haciéndome "selfies"; simplemente, he tenido la suerte de compartir unas convivencia con dieciséis de mis alumnos.

Con ellos, he recordado la importancia de expresar los sentimientos y lo mucho que vale el abrazo de un amigo en un momento determinado.
Gracias a ellos, he comprobado que, tanto a su edad como a la mía, seguimos teniendo esa inocencia que nos otorga el maravilloso "poder" de sorprendernos. He re-aprendido el gran error que estriba en poner etiquetas y dejarnos guiar por las apariencias...
Dejemos de pensar que solo les importan los videojuegos o los teléfonos móviles de última generación. Dejemos de pensar en ellos como chavales de 15 años con problemas "ridículos", "rebeldes sin causa" y sin preocupaciones ni ambiciones en la vida. Porque son mucho más que eso.
Tal vez deberíamos plantearnos si muchos adultos no deberíamos aprender algo de ellos...