Está claro que las relaciones son complicadas. Y no me refiero solo a las de parejas; no, sino a las de amistad, a las familiares... a todas aquellas en la que exista un vínculo emocional.
Y es que bien es cierto que todos somos diferentes y que, muchas veces, nos cuesta adecuarnos o entender a la otra persona. Y llega la ruptura.
No pretendo hacer aquí un listado de motivos por los que se rompe una relación; primero, porque sería interminable; segundo, porque me parece absurdo. Sí, me recuerda un poco a cuando alguien va al médico y, tras explicarle los síntomas que padece, lo único que le importa es saber qué es lo que tiene; bien, entiendo que "ponerle un nombre"puede dar tranquilidad, pero considero que lo realmente importante es saber cómo ponerle solución a aquello que pasa. Sea lo que sea.
Pues bien, desde mi punto de vista, con las rupturas emocionales sucede un poco lo mismo; ¿acaso vamos a arreglar algo dándole vueltas y más vueltas a lo que ha sucedido? ¿No sería más efectivo pararnos a pensar las cosas buenas que hemos sacado de ello? Desde mi propia experiencia, creo que sí.
Y con ello no quiero decir que no haya que pasarlo mal; es más, creo que esos sentimientos de tristeza y dolor son sanos y "adecuados" en esas situaciones, pero también estoy convencida de que no estaría de más hacernos una serie de preguntas que nos ayudarían en el momento y, sobre todo y más importante, en un futuro.
¿Y cuáles son esas preguntas? Muy sencillo, simplemente plantéate:
1.- ¿Qué he aprendido de esta relación que me pueda ser útil para mi futuro emocional?
2.- ¿Qué he aprendido de la otra persona?
3.- ¿Qué he aprendido de mí?
Puede que en un primer momento no veas nada positivo; pero, esfuérzate un poco, solo un poquito, y verás como esas respuestas van apareciendo.
Y recuerda: en la vida, nada sucede por casualidad; solo tenemos que abrir bien los ojos, la mente y el corazón y darnos cuenta de que de todo y de todos podemos aprender un montón de cosas.
Pero la decisión es solo tuya.
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