sábado, 22 de diciembre de 2012

El cambio solo está en ti

Ayer, alguien muy querido por mí me envió un correo electrónico con un asunto que decía: "Felices fiestas". Lo abrí pensando en que sería una de esas típicas felicitaciones que circulan ahora por la red y que, a mi modo de ver, desgraciadamente, han "desbancado" a las tradicionales que llegaban por correo ordinario y que te hacían sonreír cuando abrías el buzón y encontrabas una en su interior... (También he de decir que yo todavía tengo la suerte de recibir alguna...); sin embargo, mi sorpresa fue inmensa al leer lo que en el correo ponía. No sé si realmente es una felicitación de Navidad, pero tengo claro que, a partir de hoy, lo tendré cerca para poder repetírmelo siempre que lo necesite.

Aquí lo dejo, para que vosotros también podáis disfrutar de ello:

"Si quieres sonreír, solo tienes que Sonreír.
Si quieres amor, solo tienes que Amar.
Si quieres ser feliz, solo tienes que ser Feliz.

¿DÓNDE ESTÁ EL PROBLEMA...?

Pon atención constante en aquello que te priva el Sonreír,
Pon atención constante en aquello que te impide Amar,
Pon atención constante en aquello que reprime tu Felicidad,
Y sepáralo, como el agua separa al aceite...

¿DÓNDE ESTÁ EL PROBLEMA...?

Sé vigilante de tus acciones,
Sé vigilante de tus palabras,
Sé vigilante de tus pensamientos... ¡Qué puede pasar...!

¿DÓNDE ESTÁ EL PROBLEMA...?

Desecha tus acciones dañinas,
Desecha tus palabras ofensivas,
Desecha tus pensamientos egoístas... ¡Qué puede pasar...!

¿DÓNDE ESTÁ EL PROBLEMA...?

Si quieres sonreír, solo tienes que Sonreír.
Si quieres amor, solo tienes que Amar.
Si quieres ser feliz, solo tienes que ser Feliz. 

¿LO ENTIENDES...?"

N. Wangjor

Gracias, Max McHoney. Gracias, N. Wangjor (Sangchen Norbu Ling)






sábado, 8 de diciembre de 2012

Tan distintos y tan iguales...

Los miro y ahí están. Como nosotros hace unos cuantos años... Sentados frente a un folio lleno de preguntas, de fórmulas químicas y problemas matemáticos, que, ellos suponen, han de responder a la perfección. Serios. Concentrados. Resoplando cuando no tienen algo claro... Parece que, al igual que a nosotros (entre los que, gracias a Dios, no me incluyo), nadie les ha explicado que en un examen no les va la vida...

Es cierto que la sociedad ha cambiado; que, parece ser - y digo "parece ser" porque no estoy tan segura de ello - que los intereses y las preocupaciones de los adolescentes de hoy en día no son los mismos que antaño (y con ello no me remonto a hace siglos, de lo que, obviamente, no puedo hablar, sino a un par de generaciones); sin embargo, continúan teniendo las mismas dudas sobre sí mismos, sobre su futuro y personalidad, los mismos problemas con sus padres, las mismas experiencias amorosas, los mismos deseos y frustraciones...

Y ahí, mirando cómo se rascan la melena mientras tratan de realizar un examen, me planteo, una vez más, la conveniencia de enseñar a todos esos chicos lo que es la Inteligencia Emocional; la patente utilidad de mostrarles las herramientas necesarias para poder valorarse de verdad, para conocerse, para respetarse - a ellos mismos y a los demás, por supuesto - para que, en un futuro, puedan ser personas íntegras y formadas a nivel afectivo; para que, en un futuro no tan lejano, sean ellos mismos capaces de salir de los baches y problemas que les surgirán en la vida y, por supuesto, sean felices. 

Está claro que hay temas inamovibles, que las hormonas y demás están ahí y que no se puede cambiar, pero, por eso mismo, ¿no creéis que merece la pena "echarles una mano" en todo aquello que podamos?

Yo, por el momento en el que me tocó vivir la infancia y adolescencia, no tuve ese aprendizaje; sin embargo, he tenido la suerte de conocerlo algo más mayor, de disfrutarlo, de llorar con lo que he descubierto sobre mí misma, de comprender qué es lo que hay en mi interior y de tratar de cambiar aquello que no me gusta o me hace daño... Sí. Yo lo "descubrí" a los treinta y tantos, pero...: ¿por qué no darles a ellos la oportunidad de descubrirlo ya?

domingo, 2 de diciembre de 2012

La almohada quejumbrosa (II)

Anoche le eché valor y conseguí hablar con mi almohada. Y digo "le eché valor" porque, aunque parezca que no, siempre hay que hacerlo cuando nos disponemos a hablar con un buen amigo de algún tema importante.

Pues bien, decidí poner las cartas sobre la mesa y tuvimos una larga conversación. En un primer momento, yo no comprendí por qué se quejaba - o, mejor dicho, se enfadaba - tanto. 

Le pregunté.

"Sí,- me respondió ella- yo estoy aquí para escucharte, para empaparme de tus lágrimas, para que me abraces fuerte cuando te sientas sola y perdida, para que acomodes tu mejilla sobre mí y tengas sueños placenteros. Pero - prosiguió serenamente - como todos los buenos amigos, necesito que también compartas conmigo tus ilusiones y alegrías; y me duele cuando veo que no eres capaz de sentir todo lo que tienes a tu alrededor. Desde aquí, todo se ve, todo se escucha, todo se siente, y, en numerosas ocasiones, no comprendes que no hay tanto motivo para derramar lágrimas. Realmente, lo de menos es si estornudo o me enfrío un poco, sé que tú me cuidarás, pero me hace daño que no veas las cosas..."

Realmente, no esperaba esa contestación; esperaba quejas y más quejas. Esperaba que me echara en cara una retahíla de cosas y, sin embargo, encontré como, sin darme cuenta, mi almohada, mi querida almohada, me había abierto los ojos y me había hecho comprender que, realmente, todos y cada uno de los días, sucede algo, aunque lo creamos mínimo y sin importancia, que hace que esa noche merezca la pena dormirse con una sonrisa.

Hemos hecho un trato: yo continuaré contándole mis "penas", que ella escuchará, como siempre, pacientemente, y, a cambio, yo, todas las noches le explicaré cinco buenas cosas que me hayan sucedido. Para que las dos, podamos descansar con una sonrisa en el rostro.

jueves, 29 de noviembre de 2012

La almohada quejumbrosa (I)


Mi almohada está cansada; me lo dijo ayer. Se queja de mis lágrimas... Bien es cierto que no lo esperaba, ¡son demasiados años juntas!, pero como ella dice, "en verano, todavía es soportable; pero, en invierno hace que pase frío e incluso que me constipe".

Me pilló tan por sorpresa que, interrumpiendo en seco las gotas saladas que fluían de mis ojos, pensé inmediatamente en cambiarla y comprar una nueva. "Bien, te he cansado, pues ya está, ¡seguro que encuentro otra que te reemplace y que, además no se queje!"; pero, gracias a yo que sé qué, un fuerte sentimiento de tristeza me invadió todo el cuerpo. ¿Acaso cambiaría a un gran amigo solo porque me dijera algo que no quiero oír? No, definitivamente no. Creo que sería un tremendo error...

Esta noche hablaré con ella. Le pediré disculpas (aunque soy de las que opinan que mejor no hacer algo para después tener que disculparse) y trataré de solucionarlo. Sé que ella me escuchará y ayudará. Cómo ha hecho siempre. 

Hablaremos largo y tendido...

domingo, 12 de agosto de 2012

Amor eterno


Como cada tarde, se sentaron en aquel banco mientras, en silencio, observaban a las personas que paseaban.

- ¿Recuerdas cuándo nos conocimos? - Preguntó él con mirada tierna.

- Por supuesto. Yo tenía ocho años. Y tú acababas de cumplir los once... - Rememoró ella cerrando los ojos y elevado levemente la cabeza.

- ¡Y por aquel entonces ya decías que no creías en el amor para siempre! 

- Y sigo sin creer en él.- Respondió la mujer con seriedad.

- Cariño, ¿cómo es posible que digas eso después de setenta años juntos? - Preguntó el hombre entre intrigado y divertido.

- Verás, - contestó ella cogiéndole dulcemente de la mano.- ¿Tú me amas?

- ¿Qué pregunta es esa?.- respondió algo desconcertado.- ¡Claro que sí!

- ¿Y por qué me amas? 

- Por cómo eres. 

- ¿Y cómo soy? - Continuó ella.

- Pues... eres dulce, fuerte, inteligente, cariñosa, guapa... y muy, muy cabezota.- Realmente, no entendía a dónde quería llegar su mujer, pero por experiencia sabía que era mejor contestar con sinceridad.

- Y, si no fuera así, ¿seguirías amándome?

- ¡Noooooo! - Contestó él con una carcajada.- ¡Serías otra persona!; ¡no podría estar contigo!

- Bien, entonces, déjame que siga afirmando que no existe el amor eterno. Creo que moriría si no estuvieras a mi lado. 

miércoles, 8 de agosto de 2012

Permítete brillar

Hace unos meses, acudí a un curso de "Seducción" impartido por Luis Dorrego.

Recuerdo que, al comenzar, sentados en círculo sobre cojines, Luis preguntó a los asistentes cuántos habíamos dicho a nuestros familiares y amigos que ese fin de semana íbamos a hacer un curso; si no recuerdo mal, levantamos la mano prácticamente todos. La siguiente pregunta fue más concreta: ¿Y cuántos habéis dicho que el curso es de "seducción"? El número de manos alzadas disminuyó considerablemente. Claro está que, inevitablemente, identificábamos "seducir" con "ligar" y parece ser que eso no está tan bien visto como para ir propagándolo... Pero no, no habíamos ido ahí a que nadie nos enseñara a ligar; sino, nada más - ¡y nada menos! -, a descubrir ese potencial interior que todos tenemos; a buscar esa luz, a mostrarla y a permitirnos brillar.

En fin, el caso es que, como suele suceder, el taller comenzó con las pertinentes presentaciones y con, como la llamo yo, "la pregunta del millón": ¿qué esperas conseguir en este curso? Al llegar mi turno, mi respuesta fue clara: "Nada". Ante la mirada algo atónita de mis compañeros y la medio sonrisa que se intuía en el rostro del profesor, puntualicé: "después de unos cuantos cursos contigo, Luis, he aprendido a no esperar nada de los talleres. He comprendido que siempre acabo equivocándome y descubriendo que lo que realmente pensaba que iba a encontrar, no tiene nada que ver con todo lo que me llevo el último día". Y no me equivocaba.

No pretendo desvelar los "trucos" y secretos de este curso, pero puedo decir que, en él, descubrí el potencial que todos llevamos dentro; fui capaz de ver la luz que hay en mi interior, identificarla y mostrársela a los demás tal y como es. Reconocí ese brillo también en las personas que tenía a mi alrededor, me dejé llevar por ellas, me empapé de buena energía y de intuición; y, entre risas y algún que otro lloro (estoy empezando a pensar que eso de llorar en los cursos es algo innato en mí), adquirí una serie de "herramientas" que, hoy por hoy, puedo afirmar que han hecho poso en mí ayudándome a mejorar mi conocimiento y desarrollo personal. Tal vez, suene demasiado teórico, pero lo que sí sé es que, desde aquel curso, cuando flaqueo, cuando necesito fuerzas, me miro al espejo y soy capaz de ver y sentir esa intensa luz que llevo dentro. 

Y es entonces cuando recuerdo aquel fin de semana y me permito brillar, sabiendo que, sea seducción o no, la vida es mucho más bonita si hay luz. Sobre todo, si esta sale del fondo del corazón.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Nunca abandones tus sueños

Nunca abandones tus sueños:

Cuando te sientas abatido, respira hondo, descansa y sigue adelante con más fuerza.

Cuando pierdas la esperanza, imagina cómo te sentirás cuando logres tu propósito.

Cuando tus ojos se nublen por las lágrimas, llora; después verás con mayor claridad el camino.

Cuando te caigas, levántate una vez más.

Cuando pierdas la confianza en ti mismo, recuerda las veces que conseguiste lo que te propusiste.

Continúa soñando incluso despierto.

No permitas que nadie te diga que no conseguirás tu meta.

Vigila el lenguaje con el que te hablas. Piensa y comunícate en positivo.

Ámate. Cuídate. Mímate. Un buen nivel de autoestima es esencial para conseguir tus sueños.

Permítete fallar. El "fracaso" no está en no conseguir tu objetivo, sino en no intentarlo.

Levántate sonriendo. Mejorará notablemente tu día.

Acuéstate sonriendo. Tus sueños serán más placenteros.

Busca la luz que hay en tu interior. Cuando la halles, úsala como motor para perseguir tus metas.

Escucha a tu corazón. Permítete sentir y emocionarte. Será la única manera de descubrir realmente lo que quieres.

Mantente en paz contigo mismo y con los demás. No existe un logro real si hay lucha en tu interior.

Recuerda que puedes cambiar de sueño tantas veces como quieras. El sueño es tuyo y solo tú decides si te satisface o no.

Esfuérzate por ser cada día un poco más feliz.

Recuerda que todo sucede por y para algo. Aunque ahora tal vez no comprendas muchas cosas, antes o después acabarán adquiriendo su sentido.

Y nunca olvides quién eres: una persona con sus defectos y virtudes; con sus logros y sus fracasos; con sus capacidades y debilidades; con sus dudas... Una persona única con un enorme potencial para conseguir lo que se proponga.


domingo, 22 de julio de 2012

¡Sonríe! Tu cuerpo, tu mente y el mundo te lo agradecerán.


Siempre se ha dicho que la risa es contagiosa; pues bien, claro está que la sonrisa también. Puede que, en ocasiones, cueste un poco que se produzca ese contagio, pero todo sabemos que, antes o después, la persona que tenemos enfrente acabará por elevar las comisuras de sus labios y "copiar" nuestra expresión.

Y no sólo eso, la sonrisa produce grandes beneficios en la salud, tanto física como mental, y, por supuesto, en nuestras relaciones sociales.

Aquí van algunos:

1) Una sonrisa te ayuda a comenzar el día de una forma agradable, ya que inconscientemente tu cerebro se encuentra mejor cuando sonríes.

2) Una sonrisa favorece tus relaciones con los demás. Una sonrisa es atrayente, todo lo contrario que un ceño fruncido.

3) Una sonrisa contribuye a relajarte; así, los inconvenientes del día a día se volverán menos pesados.

4) Una sonrisa te ayuda en tu trabajo. Hacer las cosas de una manera positiva contribuye a hacerlas mejor.

5) Una sonrisa contribuye a tener unas mejores expectativas de futuro y te ayuda a construir las condiciones necesarias para lograr tus objetivos.

6) Mejora notablemente tu atractivo físico. Una sonrisa produce un efecto devastador en el sexo opuesto.

7) Una sonrisa fomenta y potencia tu sentido del humor. Logra que veas situaciones divertidas allá donde estés.

8) Una sonrisa hace que los sufrimientos físicos y mentales se vuelvan más pequeños. Los granitos de arena no se convierten en montañas.

9) Una sonrisa ayuda a tu sistema inmunológico a funcionar mejor.

10) Una sonrisa atrae las cosas positivas de la vida. Es como un imán de buen rollo tanto para las personas como para todo tipo de cosas inmateriales.

11) Una sonrisa ayuda a que tu cerebro produzca más serotonina y endorfinas, drogas naturales que te proporcionan felicidad

12) Una sonrisa hace que te veas y sientas más joven, física y mentalmente.

13) Una sonrisa estimula la aparición de una de las mejores emociones que existen: la alegría. Al fin y al cabo, estar alegres es lo único que nos debería importar es esta vida.

14) Una sonrisa te hace más empático frente a los demás: comprendes sus situaciones y te ayuda a se más paciente con ellos.

15) Si haces de tu sonrisa un hábito, será una satisfacción para ti haber pasado por esta vida sonriendo. Al final estamos en esta vida de paso, qué mejor manera que pasar nuestros días sonriendo.

16) Una sonrisa ayuda a vivir más tiempo. Un carácter optimista, alegre y triunfador es fundamental para alargar la vida.

17) Una sonrisa te ayuda a apreciar los pequeños detalles de la vida y te ayuda a vivirlos con intensidad.

18) No hay enemigo que pueda vencer a una sonrisa natural. Te hace más fuerte frente a las personas y las adversidades.

19) Una sonrisa te ayuda a dormir mejor. Si duermes mal, prueba a sonreír más durante el día. Tu estado de ánimo mejorará y te ayudará a relajarte.

Así que ya sabes: UN DÍA SIN SONRISA, ES UN DÍA PERDIDO... ¡Sonríe y contagia con sus sonrisas! Es una epidemia difícil de parar...

jueves, 19 de julio de 2012

Hoy todo puede suceder

Aquella noche todo podía suceder. Ella lo sabía. Estaba segura de ello.

Aunque le resultaba difícil, trataba de que nadie notase su nerviosismo. Debía controlarlo ya que, de no hacerlo, preguntarían el motivo y de sobra sabía que de nada serviría hablar de emociones y sensaciones...

Como cada noche, cenó con papá y mamá; esta vez, manteniendo la compostura... Esperó el tiempo oportuno para pedir permiso para ir a su habitación y, una vez concedido, subió las escaleras con la mayor tranquilidad con que le fue posible. Al llegar a los últimos escalones dio una gran zancada que concluyó con un breve sprint hasta la puerta. Una vez allí, ya segura de sí misma y con el corazón cada vez más acelerado, la cerró tratando de no golpearla y corriendo se acercó a la ventana. Suspiró profundamente.

Hoy todo es posible.- Se repitió a sí misma en un susurro.

Subió la cristalera para sentir la brisa de la noche en su rostro. Suspiró de nuevo.

Apoyada en el alféizar, su mirada se centró en la luna. Redonda. Brillante. Rodeada de estrellas que, al igual que ella, parecían adorarla.

Hoy todo es posible. Hoy todo es posible...

Cerró los ojos. Dejó que sus deseos e ilusiones tomaran forma. Cada vez eran más intensos y ya casi podía tocarlos. Su cuerpo se estremeció y seguidamente comenzó a sentir que el calor la embargaba. Nunca hasta entonces había tenido aquella sensación. No era un calor abrasivo ni sofocante como el de las noches de verano en las que no conseguía dormir; más bien se parecía a aquel proveniente del abrazo de una madre; a aquel calor que reconforta sin resultar agresivo...

Y, así, se dejó llevar... Por su mente, cada vez más ligera, pasaban todos sus recuerdos. Sus ilusiones continuaban intensificándose poco a poco y, sin darse siquiera cuenta, una inmensa paz embargó todo su cuerpo. Lentamente abrió los ojos. Y allí estaba. Una larga escalera surgía como por arte de magia desde su propia ventana. Se frotó los párpados. Sí. Era real. Allí estaba. El primer peldaño estaba en el mismo alféizar. Los siguientes, la conducían a la luna.

Lentamente, aunque con firmeza, se encaramó a la ventana. Colocó el pie derecho con cautela en el primer escalón asegurándose varias veces de que era fiable. Después el izquierdo. Ya había dado el primer paso. 

No ha costado tanto.- Pensó.- Sólo he tenido que sentir con fuerza y decidirme a seguir a mis ilusiones. 

Aquel pensamiento la reconfortó. Hizo que se sintiera aún más segura de sí misma y, sin saber cómo, continuó subiendo y subiendo escalones. Primero, lentamente, sin prisas... Poco a poco su paso se convirtió en un ligero trote hasta que, al llegar a los últimos peldaños, llena de energía y satisfacción, dio un gran salto que hizo que perdiera el equilibrio cayendo sobre un lecho que asemejaba algodones...

Hoy dormiré en la luna.- Pensó con una sonrisa de felicidad en su rostro.- Hoy, dormiré en la luna.

domingo, 15 de julio de 2012

Desiderata

Camina plácidamente entre el ruido y la prisa,
y recuerda que la paz puede encontrarse en el silencio.
Mantén buenas relaciones con todos en tanto te sea posible, pero sin transigir.
Di tu verdad tranquila y claramente;
Y escucha a los demás,
incluso al torpe y al ignorante.
Ellos también tienen su historia.

Evita las personas ruidosas y agresivas,
pues son vejaciones para el espíritu.
Si te comparas con los demás,
puedes volverte vanidoso y amargado
porque siempre habrá personas más grandes o más pequeñas que tú.
Disfruta de tus logros, así como de tus planes.

Interésate en tu propia carrera,
por muy humilde que sea;
es un verdadero tesoro en las cambiantes visicitudes del tiempo.
Sé cauto en tus negocios,
porque el mundo está lleno de engaños.
Pero no por esto te ciegues a la virtud que puedas encontrar;
mucha gente lucha por altos ideales
y en todas partes la vida está llena de heroísmo.

Sé tú mismo.
Especialmente no finjas afectos.
Tampoco seas cínico respecto al amor,
porque frente a toda aridez y desencanto,
el amor es tan perenne como la hierba.

Acepta con cariño el consejo de los años,
renunciando con elegancia a las cosas de juventud.
Nutre la fuerza de tu espíritu para que te proteja en la inesperada desgracia,
pero no te angusties con fantasías.
Muchos temores nacen de la fatiga y la soledad.
Más allá de una sana disciplina,
sé amable contigo mismo.

Eres una criatura del universo,
al igual que los árboles y las estrellas;
tienes derecho a estar aquí.
Y, te resulte evidente o no,
sin duda, el universo se desenvuelve como debe.
Por lo tanto, mantente en paz con Dios,
de cualquier modo que lo concibas,
y cualesquiera sean tus trabajos y aspiraciones,
mantente en paz con tu alma
en la ruidosa confusión de la vida.

Aún con todas sus farsas, cargas y sueños rotos,
éste sigue siendo un mundo hermoso.
Ten cuidado. 
Esfuérzate en ser feliz.

Max Ehrmann

martes, 3 de julio de 2012

Persigue los sueños que hay en ti


Como cada martes, he tenido mi clase de español "one to one". Un alumno fantástico con un nivel bastante alto y cuya lengua materna es similar a la mía. Sin embargo, hoy, me ha sorprendido con una pregunta que, a pesar de que ya me la habían hecho otros alumnos en distintas ocasiones, no esperaba que él la realizara.

"¿Qué significa "sueño"?".- Me ha preguntado a raíz de explicarle la irregularidad del verbo soñar.- "Por aquí todos dicen continuamente "tengo sueño, tengo sueño", pero, ¿qué quiere decir realmente?"

Lógicamente, le he explicado todos los significados y, sin saber muy bien por qué - debe de ser cosa del famoso subconsciente -, me he detenido en la sexta acepción que aparece en el DRAE, esa que lo relaciona con un deseo o proyecto. Hemos estado hablando de las diferencias entre "tener sueño", "tener sueños" y "tener un sueño"y, en definitiva, la clase ha resultado bastante interesante.

Sin embargo, a los que ya me conocéis, no os extrañará si os digo que he seguido dándole vueltas al tema...

Siempre me ha gustado el término "sueño" identificado con el anhelo de algo. Nunca he sido de las personas de "meta" o "proyecto"; no sé, creo que, sin menospreciar a nadie, soy demasiado fantasiosa para emplear esas palabras... En fin, el caso es que he seguido pensando en ello. ¿Qué sueños he tenido a lo largo de mi vida?, ¿se han cumplido? Y, si no ha sido así, ¿qué es lo que sucedió para que no pasara? ¿Qué sueños tengo ahora? Infinidad de preguntas de este tipo me han invadido la cabeza; era algo así como una lluvia de imágenes y pensamientos incesantes... "¿Te acuerdas de aquel sueño?"- Me decía a mí misma.- "¿Y de aquel otro? ¿Por qué no se cumplieron?" 

Y en ese momento todo se ha detenido. 

En mi mente sólo había cabida para una única pregunta: ¿Realmente luchaste por ello? Y, así, una sola respuesta: NO. No. 

Ahora soy consciente de que no lo hice. Ahora sé que, por el motivo que fuera (porque dejó de ilusionarme, porque, muy a mi pesar, no me sentí capaz, por lo que fuera...), no luché con la suficiente fuerza como para lograrlo. 

Porque ahora también sé que todos somos capaces de conseguir nuestros sueños. Que lo primero es tenerlo y desearlo. Que, muy a pesar de lo que dicen los señores académicos, un sueño no es una "Cosa que carece de realidad o fundamento y, en especial, proyecto, deseo, esperanza sin probabilidad de realizarse". Y que, al menos yo, voy a luchar por ellos porque, haciendo caso al título de aquella canción, pienso, sin lugar a dudas, perseguir los sueños que hay en mí.

lunes, 18 de junio de 2012

El poder de la adivinación

"Y, simplemente, recuerda que la persona que tienes a tu lado: tu amigo, tu amante, tu padre, tu hijo..., tal vez no posea el poder de la adivinación"

Dicho esto, dio media vuelta y se marchó.

Permanecí sentada durante un buen rato. Inmóvil. En silencio. Pensando en aquello mientras su silueta se alejaba lentamente entre la multitud. ¿Acaso yo esperaba de los demás que fueran "adivinos"? No. O tal vez, sí... ¿Solía pedir lo que quería?, ¿decía lo que sentía? ¿O más bien callaba dando por hecho que los demás pensaban y sentían como yo?

Una lágrima rodó por mi mejilla hasta caer sobre la mano que tenía en mi regazo. ¿Cuántas veces me había disgustado con un ser querido porque no había actuado como yo pensaba que debía hacerlo? ¿Tenía derecho a ello? Sí, tal vez, derecho, sí; al fin y al cabo, el "derecho" era sólo mío..., pero ¿y tenía derecho a hacer daño a aquella persona sólo porque no había podido "adivinar" cómo quería yo que actuase?

La voz de una mujer me sacó de mi ensimismamiento...

"Perdone... ¿Podría echarme una mano?"
"Disculpe".- Respondí algo avergonzada.- "No sabía que necesitase ayuda..."
"Lógico. Yo ni siquiera se lo había dicho...".- Contestó con serenidad. 

Y una hermosa sonrisa se dibujó en su rostro...  

domingo, 10 de junio de 2012

Hoy todo saldrá bien

No recuerdo la hora. Ni el día. Ni siquiera recuerdo el año. Debía de ser otoño, puesto que el parque estaba cubierto de hojas color rojo bermejo y una fría brisa auguraba el final de la estación estival. 

Mientras subía las escaleras del metro, escuchando la música de su reproductor, se repetía para sí mismo que iba a ser un buen día. "Hoy todo saldrá bien".- Se decía interiormente.

Desde hacía unas semanas, se obligaba a repetírselo en cuanto se levantaba. También se obligaba a sonreír; y, cuando bajaba en el ascensor para salir de su casa, se miraba en el espejo y, dirigiéndose a la imagen reflejada, decía en voz alta: "Eres estupendo. Hoy todo va a salirte bien". "Menos mal que nadie me oye. Creerían que estoy loco...".- Solía pensar a continuación. Aunque, en el fondo, poco le importaba.

En la calle, la gente caminaba con paso firme. Con prisa. Como si se les fuera a acabar el tiempo. Nadie miraba a los demás. Se dirigían a su "destino" con la mirada fija y sorteándose unos a otros con una habilidad extraordinaria. Y el que no era capaz de hacerlo y en su torpeza empujaba o chocaba con otro transeúnte, simplemente se detenía unos segundos y continuaba rápidamente su camino sin pedir siquiera disculpas.

Se detuvo a observar la escena. Sonrío. Alguien le dio un pequeño empujón y, sin saber bien por qué, fue él quien levantó la mano en señal de disculpa. Respiró hondo. Llenó sus pulmones con al brisa del momento y continuó su camino calle arriba. 

La espalda erguida. Los brazos relajados. El paso firme. Una melodía envolviendo la atmósfera. Su "frase" en la cabeza. "Hoy todo saldrá bien". Sin darse cuenta, en su cara iba formándose una sonrisa cada vez más amplia. Irradiaba luz; aunque él no fuera consciente de ello. Y se sentía feliz. 

Como cosa del destino, al pasar por aquella cafetería, giró levemente la cabeza y si mirada se dirigió al interior. No pudo evitar entrar. Y allí estaba. Dirigiéndose a ella, la miró fijamente a los ojos y sólo preguntó:
"¿Eres tú, verdad?"
"Sí".- respondió ella con voz delicada.- "Me alegro de haberte encontrado"

Aunque desde fuera no era capaz de escuchar exactamente lo que sucedía, en ese momento supe que debía marcharme. Él había llegado a su destino. Ella ya lo esperaba. Sus luces interiores brillaban al unísono. 

Sonriendo, di media vuelta y emprendí el camino de regreso a casa.

Nunca más volví a verlos.


viernes, 8 de junio de 2012

El papel arrugado

" Ya no soy amiga de Ana".- Dijo Lara rotundamente mientras tiraba la mochila en un rincón de la entrada de la casa.

"¿Qué ha pasado, cariño?, ¿os habéis enfadado?.- Preguntó su madre cariñosamente.

"No. Es que es tonta. Es demasiado pequeña para mí."

Ante aquella respuesta, Marta, su madre, se secó las manos en uno de los trapos de la cocina que tenía a su alcance y preguntó intrigada y conmovida: 

"Pero Ana siempre ha sido tu mejor amiga, acuérdate de..."

"Ya, mamá. Pero ya no.- Interrumpió Lara rápidamente.- "Ya no. Hoy, en el patio, quería jugar a las muñecas y yo le he dicho que yo ya no jugaba a esas cosas. Que eso eran cosas de niñas pequeñas. Y yo ya soy mayor"

"¿Y qué ha pasado después?.- Preguntó Marta intentando que su hija le explicara las cosas para poder ayudarla.

"Pues nada, que le he dicho que ya no era su amiga y se ha marchado llorando. ¡Fíjate qué infantil!"

Ante aquella respuesta, Marta se acercó a su hija y, aproximándole un taburete la invitó con un gesto a sentarse a su lado.

"Cariño, ¿quieres que te cuente una historia?"

"Sí".- Respondió Lara en un tono excesivamente neutro para su edad.- "Total, no tengo nada que hacer..."

"Bien... pues comencemos:

Érase una vez una niña llamada Laura. Laura siempre tenía muy mal genio..."

"¿Mamá?"- Interrumpió la niña- "Pero, ¿siempre, siempre? ¡Eso es un montón de tiempo!"

"Tienes razón"- Respondió Marta con cariño y una medio sonrisa en su boca- "Siempre, siempre, no. Sólo a menudo..."

"Vale, entonces sigue, porfa".

"Pues, como decía, Laura a menudo tenía muy mal genio. No era una niña mala; era buena estudiante, ayudaba a sus padres y hermanos y tenía buenos amigos. Sin embargo, cuando las cosas no salían como ella quería, o alguien le llevaba la contraria, reaccionaba contestando muy mal y haciendo daño a los demás. Ella sabía que no estaba bien y, habitualmente, después de que eso ocurriera, pedía perdón y se prometía a sí misma que no volvería a ocurrir. Pero siempre sucedía lo mismo. Una y otra vez.

Una tarde, después del colegio, llegó a su casa llorando y cuando su madre le preguntó por lo que había pasado, ella le explicó que sus amigos no habían querido que jugase con ellos. ¿Por qué?- Le preguntó su madre intrigada.- "Por que dicen que les hago daño. Que les digo cosas que duelen y que no quieren tener como amiga a una niña así".
Los ojos de su madre comenzaron a nublarse por las lágrimas que amenazaban con brotar de ellos y, tratando de mantener la serenidad, cogió un papel en blanco y se lo mostró a su hija. "Mira, le dijo con ternura, ¿ves este papel? Tómalo y obsérvalo tranquilamente. Es blanco, no tiene ninguna grieta ni ninguna mancha, ¿verdad?"

"No".- Respondió Laura intrigada.- "Es un papel normal. Nuevo. ¿Puedo utilizarlo para dibujar?"

"No, cariño. Todavía no. Ahora quiero que lo arrugues. Que hagas una bola con él".
Y así lo hizo la pequeña.

"Bien".- Continuó su madre.- "Ahora vuelve a estirarlo. Todo lo que puedas..."

"¡Pero no queda igual!.- Contesto Laura molesta.- ¡Tiene arrugas y no consigo quitarlas! Ya no podré dibujar en él...

"¿Sabes, Laura?- Dijo su madre mientras la abrazaba con ternura.- "Este papel es como el corazón de tus amigos. Es como el corazón de todos a los que quieres y haces daño con tus palabras. Una vez que lo has hecho, una vez que lo has arrugado, la marca queda ahí para siempre".

"Entonces, Mamá, ¿ya no puedo hacer nada para solucionarlo?.- Preguntó llorosa Laura.

"Ahora es difícil, cielo. Puedes pedir perdón, pero lo importante es que la próxima vez, antes de decir o hacer algo que pueda hacer daño, pienses en este papel...

"¿Sabes, Mamá?"- Dijo Lara después de pensar unos minutos en ello.- Creo que voy a llamar a Ana" Y salió corriendo en dirección al teléfono.

Todos hacemos daño sin querer. A todos nos han hecho daño. Y es probable que nuestro corazón esté lleno de arrugas; incluso que el espejo en el que nos miramos esté roto por el daño causado por un ser querido. Y, aunque a veces no podemos remediar lo que ya hemos hecho, es conveniente recordar que ese daño, por muy pequeño que sea, queda ahí. ¿Realmente queremos seguir arrugando el papel de los demás? ¿Y el nuestro propio?

miércoles, 6 de junio de 2012

¿Y tú qué eres?


Desde que entré en un aula a dar clase, hace ya unos doce años, pensé que era profesora. Sí, incluso me "sentía" profesora. Y, realmente, estaba orgullosa de ello. "Soy profesora", me repetía a mí misma innumerables veces. "Soy profesora".

La verdad es que no sé si alguna vez tuve aquello que llaman "vocación", pero creo que no me puedo quejar de los resultados, ya que, a día de hoy, tengo unos antiguos, y actuales, alumnos estupendos y, al menos para mí, eso es lo que verdaderamente cuenta.

De esta forma, me pensé profesora hasta hace algo más de un año. Todo fue por una pregunta, para mí impensable, que me hizo una persona muy importante en mi vida; de pronto, con toda la calma del mundo, me preguntó:

"Y tú, ¿por qué dices que eres profesora?"

Lógicamente, yo no entendía nada; ¿qué iba a ser si no?, ¿a qué se refería? Viendo mi cara de extrañeza, continúo explicándome que él creía que yo era maestra. Para mí, eso era imposible; ¿maestra?, no. Maestro es aquel que ha estudiado magisterio y que, para mí admiración, es capaz de trabajar con niños de entre 3 y 12 años. No. Definitivamente yo no era maestra. Ahí quedó el asunto.

También busqué el terminó en el DRAE; nada. Todo apoyaba mi teoría de que yo no era maestra.

Sin embargo, poco a poco mi cabeza empezó a darle vueltas a todo ello; si bien era cierto que yo no entraba en ninguna de las acepciones correspondientes a ese término, lo de "profesora" se me quedaba corto. Yo era consciente de que no me limitaba a dar clase, a explicar los conceptos de mi materia, sino que, de alguna manera, me acercaba a los alumnos; ellos me pedían opinión y consejo y el trabajo no era el que "socialmente" parece que tiene un profesor.

Volví a hablar del tema con aquella persona. Le pregunté mis dudas e inquietudes. Y, como quien no quiere la cosa, sólo me contestó:

"Hablo del término maestro en el sentido griego. Y tú lo eres".

Ahí comprendí todo.

Desde ese momento, y al darme cuenta de que el nuevo término me llenaba y se asemejaba mucho más a mi labor, comencé a pensarme "maestra".  Sé que muchos lo concebirán como algo prepotente, pero también sé que, como dice el refrán, a buen entendedor, pocas palabras bastan...

Siguiendo con todo ello en la cabeza, hace cosa de un mes, coincidí con un estupendo colega de universidad y trabajo y se me ocurrió hacerle la pregunta:

"Oye, y tú, ¿qué eres?"
"Educador". Me contesto con enorme firmeza.

Ufff..., ¡educador! Esa sí que no me gusta... No sé por qué, desde hace tiempo he cogido bastante manía a todos esos términos relacionados con la "educación"; creo que los veo demasiado dogmáticos... Ni corta ni perezosa, se lo comenté y, para mi asombro, me dio la razón.

"Entonces, ¿qué eres?" Volví a preguntar insistente.
"Soy enseñante". Respondió con una gran sonrisa.

Y tú, ¿qué eres? Profesor. Maestro. Educador. Enseñante...
¡Qué más da! Lo único realmente importante es que, al margen de cualquier término o etiqueta, realices tu trabajo con el corazón, entregando lo mejor de ti, mostrando esa luz que brilla en tu interior para, así, poder llegar a los demás.

Yo soy Elisa. Y soy maestra.


martes, 5 de junio de 2012

Emotiva: un espacio donde emocionarse

Si no me equivoco, fue hacia el mes de febrero cuando conocí a Emotiva Centro Para el Cambio. 

También creo recordar que fue gracias al Facebook (¡benditas redes sociales!, aunque siga resistiéndome un poco a ellas...) En su momento pensé: "bueno, otra empresa dedicada a la inteligencia emocional y al coaching tan de moda en estos tiempos" y, como quien no quiere la cosa, me matriculé en uno de sus talleres vivenciales; me imaginaba que algo aprendería y que, si no era así, tampoco iba a perder ni demasiado dinero, ni demasiado tiempo.

Pues bien, aquel domingo, después de todo el fin de semana en Emotiva, salí satisfecha de lo que en el curso había sucedido, de lo que las dinámicas me habían aportado y, por supuesto, de toda la gente con la que lo había compartido.

A partir de ese momento, como sucede siempre que haces un curso de este tipo, comencé a recibir información de sus talleres, charlas, postgrados y másteres. Hubo uno que, sin saber bien por qué, me llamó especialmente la atención: "postgrado de inteligencia emocional orientado a la educación"; el horario cuadraba con mis actividades diarias, había facilidad de pago y estaba segura de que el ambiente sería tan bueno o mejor que el que había experimentado en el vivencial... 

Hace un mes, lo comencé.

Desde entonces, los sábados por la mañana suena temprano el despertador y aunque, no voy a negarlo, me cuesta bastante apagarlo y ponerme en marcha, siempre comienzo el día con una sonrisa en la boca y con la seguridad de que, de nuevo, voy a pasar un fin de semana indagando en mí misma, en mi crecimiento personal; realizando actividades que han hecho que, de nuevo, ponga en práctica mi faceta creativa; compartiendo mis experiencias y sentimientos con personas tan increíbles como Arancha, Carolina, Marta, Vero, Patxi o Elena; soltando alguna que otra lagrimita y muchas, muchas risas...

Tal vez por todo ello, hace un rato, mientras observaba distraídamente mi carpeta con el logo y el nombre de la empresa, he comprendido que no podía ser otro; Ellos son Emotiva: son emocionales, trabajan desde el corazón y consiguen llegar a los demás. ¿Centro Para el Cambio?, ¡sin lugar a dudas! No creo que nadie que entre en su pequeño centro (y hablo de pequeño sólo en el sentido de metros cuadrados) salga de él sin sentir esa transformación; ¡desde luego, yo la estoy viviendo en mi propia piel!

Así que, desde aquí, quiero dar las gracias a Cristina Albendea, a Mari Carmen Alonso, a Esteban García y a Juan Gonzalo Castilla por formar parte del equipo de Emotiva; por ser unos excelentes profesionales en el apoyo del crecimiento personal; por compartir todos sus conocimientos de esa manera tan, tan cercana y, por supuesto, por sus estupendas charlas y clases.

Y, por supuesto, os invito y animo a todos los que paséis por aquí a no perderos la oportunidad de emocionaros...

Éste es mi pequeño "homenaje".

Un abrazo emocional a todos,

Elisa

jueves, 24 de mayo de 2012

De todos aprendí...

Ya se han acabado las clases. Mis ocho alumnos extranjeros volverán a sus países de origen: a Australia, a Noruega, a Inglaterra, a China... Y yo seguiré aquí.

Inevitablemente, echo la vista atrás y pienso en todas las personas que han pasado por mi vida y ya no están; amigos, conocidos, compañeros de trabajo, amantes, alumnos, familiares... Ahora comprendo que todos y cada uno de ellos pusieron su "granito de arena" para que yo fuera como soy. Que todos, absolutamente todos, me enseñaron algo. Que de todos aprendí. 

Es cierto que en algún momento pasó por mi cabeza y, he de decir que incluso por mi boca, ese "ojalá nunca te hubiera conocido" y, sin embargo, hasta esas personas que más me hirieron me mostraron algo importante; aunque sólo fuera el ver cómo no quiero ser.

Y lo mismo sucede con los acontecimientos. No pretendo hablar del destino - realmente no tengo claro lo que opino de él -, pero sé que las cosas suceden por una determinada razón. Sé que si no hubiera conocido la tristeza, ahora no sería capaz de sentirme feliz y que, por qué no decirlo, si no hubiera odiado, mal que me pese admitirlo, tampoco sabría lo que es amar. 

Por todo ello, miro al pasado; veo a las personas que estuvieron en él, a las que me apoyaron y amaron y a aquellas que me hicieron sufrir. Veo esos momentos de infelicidad. Recuerdo la alegría que sentí en determinadas ocasiones, la ira, la euforia; y no puedo hacer más que sonreír y agradecer que todo ello haga que el espejo que tengo enfrente refleje a una mujer que, con sus defectos y virtudes; con sus manías y costumbres; con sus complejos; con sus recuerdos; con su pasado y, por supuesto, con su presente y su futuro incierto, se siente orgullosa de ser quien es.

domingo, 20 de mayo de 2012

Historia de un letrero: el increíble poder de la palabra

Me gustaría compartir con vosotros un vídeo que tuve la suerte de descubrir ayer en un estupendo curso de Comunicación. Desde entonces, he estado pensando en él y en lo que me transmite y significa para mí. Es algo muy sencillo, pero, aún así, no sé si seré capaz de expresarlo con la intensidad con la que lo siento... 
Desde pequeña, he creído en el "poder" de la palabra y en la importancia de emplear un lenguaje preciso y adecuado para poder transmitir lo que realmente pensamos, sentimos y deseamos. Y, no, no hablo de historias academicistas, sino de la idea de que, tal vez, si cambiamos nuestra manera de expresarnos con los demás y con nosotros mismos, nuestra forma de comunicarnos, consigamos modificar nuestra visión del mundo haciendo, de éste, un lugar más colorido y amable. Podemos creerlo o no, llevarlo a cabo o no; pero, en nosotros, sólo en nosotros, está la decisión.
Yo tengo claro cuál es la mía... 


domingo, 13 de mayo de 2012

Creatividad

Marta siempre estaba en las nubes. O, al menos, eso es que le decían siempre...
"Pero, ¿se puede saber dónde estás?" - Le preguntó la señorita una vez más - "Siempre, en las nubes... ¡Así no llegarás a nada!"
"No..., Señorita Amalia. No estoy en las nubes; sólo... estoy en mi mundo".- Respondía Marta una y otra vez.
"¡Pues ya podías volver a éste, que, al menos, es el real!" Apuntaba la profesora. Y, así, daba por concluida la conversación.

Aquel primer día de curso, había un gran revuelo en la escuela. Según se decía, la Señorita Amalia, después de veintitantos años llevando el grupo de primero de primaria, se había jubilado y, en su lugar, había ocupado el puesto una chica joven llamada Teresa. Todos los alumnos estaban ansiosos por conocerla y en el patio, antes de comenzar, hacían apuestas sobre cómo sería. ¿Les mandaría muchos deberes?, ¿haría juegos?, ¿sería cariñosa?, o, por el contrario, ¿sería de esas que sólo les hacía hacer sumas y aprenderse listas de verbos? Para ellos, ¡ya era suficiente novedad el comenzar una nueva etapa escolar, como para, encima, tener una nueva "seño"!

Sonó el timbre. Las nueve en punto. Hora de recoger las mochilas esparcidas por el suelo, despedirse de aquellos amigos que en este curso no estarían en la misma clase y entrar en el aula para empezar, bajo el calor todavía asfixiante del mes de septiembre en la ciudad, lo que, según decían los mayores, era el comienzo de una nueva etapa en sus vidas...

"Me llamo Teresa y este año voy a ser vuestra profesora..."- Escuchó Marta en la lejanía mientras miraba por la ventana. Teresa seguía hablando, pero la niña sólo retenía esa frase en su cabeza, como algo parecido a un mantra que se repetía incesantemente mientras su mente se dejaba llevar a otros lados.
"Marta, ¿cómo estás?"- Preguntó Teresa acariciando suavemente la melena de la niña para no sobresaltarla.
"Yo... - Tartamudeó la chiquilla - No sé, en mi mundo... Lo siento Señorita Teresa... No volverá a pasar".- Mintió sabiendo que, de esta forma, sólo recibiría como respuesta una pequeña regañina.
Pero, a diferencia de lo que Marta pensaba, Teresa se puso en cuclillas para estar a su misma altura y, todavía con esa voz suave y susurrante, le preguntó: 
"¿En tu mundo? y, ¿cómo es?"
Sorprendida, Marta la miró y, antes de que pudiera decidir si de verdad debía responder, la señorita le dijo sonriendo:
"¿Cómo es, Marta? Debe de ser un mundo muy bonito e interesante. ¿Me lo cuentas?
"Bueno..., ¿de verdad quiere que se lo diga?"- Preguntó la niña sorprendida- Pues... Es un mundo precioso. Es un mundo en el que los campos son verdes y siempre, siempre, siempre, hay sol. Hay flores de todos los colores y hay un río en el que se bañan los niños que en vez de agua tiene chocolate líquido. De los árboles - ¡que hay un montón!- crecen caramelos y piruletas y se pueden coger sin pedir permiso porque, ahí, todo es de todos. Y también está siempre el arcoiris que, aunque no debería salir porque no llueve, no quiere perderse todo eso y, cada día, sale en el cielo, con todos sus colores, para disfrutar de la alegría que hay en mi mundo. Le gusta ver las flores y escuchar las risas de los niños y de los mayores, porque, ¿sabe? en mi mundo, los mayores también son felices y sonríen continuamente... Pero, bueno, ya sé que no es real... Que sólo está en mi imaginación...

Durante unos segundos se hizo el silencio, mientras las dos, profesora y alumna, recreaban en su mente ese lugar que Marta acababa de describir. 
El timbre las sacó de su ensoñación y ambas, dieron un pequeño respingo comprendiendo que la clase había finalizado y que, por lo tanto, debían volver a la realidad...

Los días pasaban y Teresa no se quitaba de la cabeza aquella conversación. En clase, miraba disimuladamente a Marta cuando ésta se quedaba absorta contemplando la ventana o cualquier otro punto fijo del aula. No le decía nada. Sabía dónde estaba y no quería interrumpir su fantasía.

Un buen día, al finalizar la clase, Teresa se acercó a Marta y, con su sonrisa de siempre, la invitó a que la siguiera.
Una mezcla de miedo e intriga recorría el cuerpo de la niña. ¿La llevaría con la directora?, ¿iba a regañarla por su comportamiento en clase? No lo tenía muy claro. La expresión de su profesora no reflejaba que estuviera enfadada, pero no podía ser otra cosa.
Recorrieron los pasillos del colegio, cruzaron el patio de los mayores y entraron en el otro edificio. Para Marta todo eso era nuevo y no entendía nada. Finalmente, Teresa paró frente a una puerta exactamente igual a las otras y metiendo una llave en la cerradura abrió sigilosamente mostrándole a Marta un aula pequeña, con bancos corridos y una gran pizarra en la pared. Nada extraño. Lo único extraño era que seguía sin saber qué hacía ahí. 

"Pasa, pasa" - Dijo Teresa empujándola suavemente al interior - "Quiero que veas algo".
Cuando Marta entró en el aula, Teresa se dirigió a un gran armario y comenzó a sacar de su interior grandes cajas de cartón.
"Esto es para ti" - Le dijo.- "Ábrelas. Dentro, está tu mundo".
Sorprendida, Marta comenzó a abrir la caja más grande que ante ella se encontraba. No entendía qué pasaba y, mucho menos, cómo su mundo irreal podía estar ahí dentro.
Mientras, Teresa se mantenía al margen, expectante. Le habría gustado poder coger a la niña de los hombros y sacudirla para que se diera prisa, para que no dudara... Pero sabía que no debía. Era el momento de Marta y se merecía tomarse todo el tiempo del mundo.
Poco a poco, la chiquilla levantó la primera solapa de la caja. Lentamente. Después, hizo lo mismo con la segunda. Su rostro cambió y un pequeño grito se ahogó en su garganta. ¡Era cierto!, ¡ahí estaba su mundo!, ¡en esa caja estaban todos sus colores! Rápidamente, comenzó a abrir todas y cada una de las cajas que su profesora le había mostrado. Una contenía un montón de cartulinas de colores inimaginables. Otra, un papel arrugado - creía que era ese al que llamaban "pinocho"- de tonos chillones. La tercera, cajas de acuarelas y pasteles, de botes de rotuladores y ceras, de lápices, arcillas y plastilina. Otra, más pequeña estaba llena de cajitas de abalorios. De todos los colores y formas. Brillantes. Mates. Dorados. Plateados. 

Marta jamás había imaginado que podía existir algo así. Y, mirando con ternura a Teresa, sólo pudo decirle:
"Gracias. Gracias por enseñarme que mi mundo existe". 

miércoles, 9 de mayo de 2012

¿Y si...?


¿Y si… dejáramos de decir “y si…”? Llevo días planteándomelo. 
Como lingüista, se me ha ocurrido acudir a un manual de gramática y me ha llamado la atención que, a modo de explicación, decía: “propone una actividad”. La verdad es que no me ha resuelto demasiado; más bien, diría que ha acrecentado mis dudas o, mejor dicho, ha constatado mi idea de eliminar de mi vocabulario esta expresión. 
Vamos a ver, si me planteo en qué situaciones la utilizo, resulta que lo hago cuando dudo de lo que sucedió en un pasado o cuando quiero hacer algo en un futuro pero, sinceramente, no me atrevo. Es cierto que todo es un poco lo mismo: trato de rememorar las veces que la he empleado, su contexto y su resultado y me doy cuenta de que, en el fondo, siempre coincide con algo que no hice y de lo que me arrepiento o de cosas que quería hacer y no me atreví… ¿No es absurdo? Si no lo hice, no lo hice y punto. No hay que darle más vueltas. Y si (y éste es distinto) lo hice, seguro que fue por un motivo que consideraba importante. ¿Me equivoqué?, ¡algo aprendería! ¿para qué voy a mirar atrás? 
Vale, pero volviendo a la explicación “gramatical”, entendería que habla de algo que propone para hacer en un futuro más o menos próximo; entonces, ¿por qué no me dejo de rollos de “y si..” y me pongo a hacerlo? 
Realmente, creo que esta expresión nos limita más de lo que pensamos; tal vez sólo la pongamos de excusa, ¡cómo si tuviéramos que excusarnos ante nosotros mismos!, pero sea como sea, nos impide cumplir nuestros deseos, ponernos a prueba y, por qué no, equivocarnos. 

De esta forma, hoy he decidido que paso de esos “y sis” coartadores. No. No los quiero conmigo. Lo que hice, hecho está. Lo que quiero, lo haré.

jueves, 3 de mayo de 2012

El mundo sin quejas

¿Por qué no intentarlo? ¿Por qué no tratar de dejar de quejarnos y ver el mundo de otra manera?


sábado, 28 de abril de 2012

El niño de Marte


“A veces olvidamos que los niños acaban de llegar a la tierra. Son un poco como los alienígenas que llegan como un puñado de energía y puro potencial en una especie de misión exploratoria e intentan aprender lo que significa ser humano. Por algún motivo, Dennis y yo buscamos en el Universo y nos encontramos el uno al otro. Nunca sabré cómo o por qué, pero descubrí que puedo amar a un alienígena y él puede amar a una criatura. Y eso es lo bastante extraño para los dos”.

Así concluye El niño de Marte, película dirigida por Menno Meyjes y protagonizada por  John Cusack y Bobbie Coleman.

Hoy, después de verla, y sin siquiera apagar el reproductor de DVD, con la música final de fondo y los créditos paseándose por la pantalla de mi televisor,  me he puesto a pensar en lo que en ella sucede. Podría haberme quedado en una visión superficial, nada condenable, por otro lado, y sacar la conclusión de que sólo es una película más que nos habla de la importancia de la familia y de las relaciones; sin embargo, me ha hecho darle vueltas a la idea de la necesidad de afecto que todos poseemos y, especialmente, los niños.  En ella, se pone de relieve el hecho de que, por un lado, todos somos especiales, distintos, con nuestras virtudes y nuestras carencias, y, por otro, el que todas las personas, sin excepción alguna, necesitamos que se nos trate de entender y se nos dé muestras de cariño; sobre todo, cuando sentimos aquel miedo al abandono y la pérdida.

Igualmente, en El niño de Marte, se nos muestra como, en muchas ocasiones, todos nos sentimos fuera de lugar; y se plantea la eterna pregunta de si es positivo o no ser como los demás; de esta forma, ¿hay algún problema porque Dennis crea que es de Marte? Tal vez respondamos que sí, que tiene algún “defecto” o que está enfermo, pero, ¿y si pensamos que es sólo un niño de 6 años al que abandonaron cuando era pequeño y que ha ido pasando de familia en familia hasta encontrarse con David, escritor de ciencia ficción y viudo desde hace un par de años? Igual la respuesta se modifica...

Pues bien, como ya dice uno de los personajes al comienzo de la película, “todos los niños son de Marte y, al menos, éste lo reconoce”. Y estoy de acuerdo con él. Aunque yo no lo afirmaría sólo de los niños, sino que lo ampliaría a cualquier persona, de cualquier edad, porque, ¿acaso no tenemos todos nuestras rarezas?, ¿no es cierto que, en multitud de ocasiones, no somos capaces de comprender a los demás por sentirlos distintos a nosotros mismos?, ¿será que somos todos de Marte o tal vez sólo seamos únicos?

Mientras daba vueltas en mi cabeza a todo esto, tal vez por “deformación profesional”, he acabado trasladando mis pensamientos al aula, que, al fin y al cabo podría decir que es “lo mío”, y he comprendido una vez más que sólo puedo reafirmarme en la idea de que es de vital importancia que seamos capaces de ver a nuestros alumnos con todo el potencial que poseen; tratando de poner de relieve sus talentos, ayudándolos a descubrirse a sí mismos y acompañándolos en su camino hacia la valoración personal.

Como bien sabemos, la mayoría de las veces, esos niños, esos adolescentes "retraídos" o "problemáticos", sólo están demandando un poco de afecto y de comprensión. ¿Por qué no dárselo y hacerles ver que la vida en la Tierra ya es suficientemente complicada y bonita como para pensarse de otro planeta? Y, si desean seguir creyéndolo así, ¿por qué no, simplemente, acompañarlos en su aventura?

La búsqueda de la tranquilidad

Todos, incluso el más activo y, utilizando un adjetivo tan de moda, "estresado", buscamos la tranquilidad. Todos ansiamos ese estado de calma y paz que nos lleva a la serenidad y al bienestar con nuestro propio cuerpo y mente. Continuamente escuchamos consejos bienintencionados de los demás diciéndonos qué es lo que debemos hacer para hallarla: "descansa", "vete de viaje", "aparca el trabajo", "disfruta de los placeres de la vida"..., pero, el problema es que sólo nosotros mismos podemos descubrir el lugar y la manera de encontrarla.
Para una madre, la tranquilidad tal vez esté en saber que sus hijos se encuentran bien; otros la buscan, y la hallan, en disciplinas altamente efectivas como el yoga o la meditación; también hay personas que se sienten en paz reclinándose en el sofá del salón mientras beben a pequeños sorbos una infusión o un café caliente mientras escuchan su música preferida. Todo es válido. Ninguna opción es mejor que las otras. Simplemente, debemos mirar en nuestro interior, sentirnos y permitirnos disfrutar de esos momentos, de esos lugares y de esas personas que hacen que nos sintamos en paz y relajados; que hacen que nuestra mente y nuestro cuerpo se dejen llevar sin estar condicionados ni coartados por nada; que hacen que todo fluya...
Yo sé que, para mí, ese lugar está en el mar. Donde ahora me encuentro. Siento que sólo con mirar su inmensidad, el ir y venir de las olas, con escuchar el suave sonido que llega a mis oídos cuando rompen en la arena, una inmensa calma invade mi ser. También sé que esta sensación, que esta paz del alma de la que hablaba Séneca, sólo la encuentro cuando estoy cerca del reino de Poseidón, y que dentro de unos días, cuando nos despidamos y vuelva a mi lugar, resultará más difícil hallarla. No obstante, la llevaré en mi interior, consciente de que existe, de que soy capaz de sentirla; y, así, cuando necesite de nuevo recuperarla, me sentaré tranquilamente, cerraré los ojos y podré vivirla una vez más. 

viernes, 27 de abril de 2012

Ser mayor

Y tú, Sofía, ¿qué quieres ser de mayor?- Preguntó su profesora sacándola del ensimismamiento en que se encontraba.
Sacudiendo la cabeza como para echar fuera aquellas imágenes que le venían a la mente mientras miraba por la ventana, respondió titubeante: "Yo... de mayor... no sé; ¡quiero ser mayor!" Siempre contestaba lo mismo y, realmente, no entendía por qué los demás, cuando decía eso, la miraban con cara rara...

Ahora, transcurridos treinta y tantos años desde aquel entonces, se miraba al espejo sin poder olvidar aquella respuesta: "Ser mayor". Sí, cuando era pequeña, quería ser mayor para llevar las uñas pintadas de rojo y zapatos de tacón; para ser independiente y tener su propia vida. Sin embargo, se suponía que ya lo había logrado y, al ver su reflejo, no se sentía así. Sus uñas lucían un precioso esmalte color carmín y sus zapatos aumentaban considerablemente su estatura. Tenía un buen trabajo y una pequeña casa en la que vivía con su perro, un Welsh Terrier llamado Charlie; pero, aún así, ella seguía viendo a aquella niña de largas trenzas. A esa pequeña a la que todos protegían, a la que cuidaban y de la que decían que siempre estaba en su mundo...

Y ahí, frente a ella misma, con esos pensamientos en la cabeza, se planteaba qué era lo que sucedía. Tenía claro que no era aquello que vulgarmente denominaban "complejo de Peter Pan", pero no era capaz de discernir si lo que fallaba era su actitud o la de los demás. Siempre la misma pregunta. Siempre las mismas dudas. ¿Quién era ella? Tenía la sensación de que jamás se había mostrado como realmente era, sino como el resto quería verla. Inconscientemente hacía el papel de hija, de amiga, de novia, de jefa, y sentía que se había perdido en ellos... ¿Máscaras? Tal vez. Pero, ¿acaso no las llevamos todos? Se preguntaba incesantemente. No lo tenía claro... Sólo sabía que estaba cansada. Que, por fin, estaba dispuesta a ser mayor.

lunes, 23 de abril de 2012

Decálogo de deseos

1.- QUIERO que me cuiden, no que me traten como a una niña.
2.- QUIERO que me valoren, no que me adoren.
3.- QUIERO que me protejan, no que me aten.
4.- QUIERO que me vean, no que me miren.
5.- QUIERO que me dejen ser, no que me manipulen.
6.- QUIERO que me involucren, no que me aíslen.
7.- QUIERO que me escuchen, no que me oigan.
8.- QUIERO que no me hagan daño, no que me pidan perdón.
9.- QUIERO que vean mis defectos, no que me subestimen.
10.- QUIERO que me amen, no que me quieran.

¿Somos cómo nos vemos o cómo nos ven?

Me gustan los espejos. He de reconocer que siempre he sido una persona presumida aunque, a decir verdad, no creo que haya llegado jamás al punto del egocentrismo. Sin embargo, lo que me fascina de esos "utensilios" es el hecho de que nunca he tenido claro qué es lo que reflejan; ¿nos muestran cómo somos o sólo cómo queremos vernos? 

Tal vez a primera vista resulte una pregunta simple y tonta, aunque yo, ¡como no!, voy más allá... ¿Somos como nos vemos o como nos ven? Últimamente, es algo que me ronda constantemente en la cabeza. Sé que existen teorías al respecto, sé que se habla de "proyecciones", de "neuronas espejo", etc., pero yo, que tengo unos conocimientos bastante escasos sobre psicología y neurología, me planteo, simplemente, por qué, en muchas ocasiones, difiere tanto una visión de otra.

Resulta curioso cómo, cuando conocemos a una persona vemos en ella una serie de características, positivas y negativas, que más tarde, al profundizar en la relación, ella misma niega tenerlas. ¿Somos nosotros los que nos equivocamos o son ellos?

Ahora mismo, me viene a la cabeza una persona muy cercana a mí. Es madre de familia, una profesional ejemplar, guapa, inteligente y buena persona; tiene todas esas cualidades (y, sí, también tiene defectos) y, sin embargo, ella no se ve así. ¿Será que yo tergiverso la realidad?, ¿será que proyecto en ella lo que a mí me falta o lo que yo también tengo? No lo sé. Realmente, no consigo sacar nada en claro de todo esto...

Y es por ello, porque no sé muy bien cómo interpretarlo, que he tomado la decisión de que, a partir de ahora, cuando vea algo o positivo o negativo en los demás trataré de averiguar si yo también lo tengo o si, por el contrario, es lo que deseo. Creo que, de esta forma, conseguiré conocerme un poquito más a mí misma, corregir mis defectos y valorar mis virtudes.

En fin, que a lo mejor sólo es una "comedura de cabeza" de las mías... Aún así, os invito a que reflexionéis sobre ello y, por qué no, lo pongáis también en práctica... ¡A ver qué sucede! 

¡Mucha suerte!

domingo, 22 de abril de 2012

El "maestro" que no tuve.


Después de leer libros y libros, de organizar apuntes y subrayarlos, de hacer cursos vivenciales, buscar información y ver multitud de vídeos, me encuentro frente a una hoja en blanco tratando de comenzar la memoria final de mi máster.

Mi mente vaga por todos los conocimientos que he adquirido y, sin embargo, me siento incapaz de escribir sobre teorías y estudios que han hecho otros. Y vuelvo una y otra vez al punto de partida. 

Recuerdo por qué elegí este tema, "La gestión emocional en el aula", y rememoro continuamente mis experiencias en el mundo de la docencia.

Soy una de esas personas que tienen una gran "facilidad" para la asociación de ideas y, para bien o para mal, ello me hace ir más allá. No puedo quedarme en los recuerdos de mi labor ejercida como profesora, sino que mi cabeza se va a muchos años atrás; cuando yo era alumna.

Si saliéramos a la calle y preguntáramos a los transeúntes a qué se dedican y por qué lo hacen, muchos de ellos acabarán hablándonos de un profesor que les hizo ver lo que querían hacer en su vida. Y todavía más si, encima, su trabajo está relacionado con la enseñanza. 

Pues bien, en estos últimos días, he comprendido que no es mi caso. He tratado de encontrar a ese Maestro, con mayúscula, que me hizo "ver la luz" y comprender cuál era mi vocación. Y no lo he encontrado. Sé que tengo vocación por la enseñanza, pero también sé que ésta ha nacido de mí, de mi interior y que, gracias a ella, he podido comprobar que, cuando en un aula se muestran los afectos y se trata de potenciar los talentos de los alumnos, viéndolos como personas, con sus vivencias y virtudes, con sus experiencias y circunstancias, el aprendizaje resulta mucho más fácil, útil y gratificante. Y también el trabajo.

También sé que, si hubiera tenido ese "maestro" del que hablaba antes, las cosas hubieran resultado más sencillas. Y ese es mi porqué, mi motivo para escribir un trabajo de final de máster que verse sobre este tema. Y me aferro a él para plantarme delante del papel; para escribir casi cien páginas sobre ello; para confiar en que, tal vez, pueda resultar útil a otros profesores que, como yo, se plantean qué es lo que está fallando...

jueves, 19 de abril de 2012

Nuestra riqueza interior

- ¿Qué pasa, Jaime? Te veo un poco distraido, no sé, como triste.

Jaime, que hasta ahora había caminado con la cabeza baja, la levantó dirigiendo la mirada a su abuelo y, mientras continuaba dando patadas a las pequeñas piedras que encontraba por el camino, le contestó con tono serio y profundo, bastante en desacorde con su edad:

- Nada, abuelo. Sólo pensaba en lo bonitas que son las flores, en sus colores, en el azul del cielo y en lo grandes que son las montañas. Veo esos árboles fuertes y me parece que han estado ahí siempre y que nada puede tirarlos...

- Pero eso no es malo, cariño. - Contestó su abuelo con ternura.

- Sí, sí lo es. Porque, ¿por qué ellos son así y yo sólo un niño que va al cole, y mi seño me corrige las sumas en rojo, ¿sabes? ¡siempre me salen mal!, y llevo gafas y todavía soy pequeño... ¡No tengo el color de las flores ni del cielo, ni la fuerza de los árboles ni de las montañas!

En ese momento, el abuelo se detuvo y, sentándose en una gran piedra que allí había, cogió con delicadeza a su nieto del brazo para que se acercara a él.

- Verás, tú ahora no tienes el rojo de esas amapolas, ni eres grande como ese arce; pero, ellos antes fueron una semilla y no se preguntaron si iban a ser tal o cuál árbol. Simplemente crecieron. Y tú, Jaime, harás lo mismo. En tu interior hay tesoros escondidos, hay riquezas empolvadas, hay... ¡tantas cosas buenas! Sólo tienes que verlas y dejarlas crecer.

- ¿Cómo la semilla, abuelo? - Preguntó intrigado Jaime con una medio sonrisa en la boca.

- Exacto. Tú tienes una gran semilla dentro de ti. Déjala crecer, sácala y compártela con los demás. Verás como, después, cuando lo hagas, te sentirás como esas flores y árboles a los que admiras; como el cielo y las montañas.

- Vaaale - Respondió Jaime impaciente - Venga, vámonos ya que quiero jugar al fútbol.

Y abuelo y nieto, ambos sonrientes, reanudaron el camino a casa.

Todos llevamos una semilla dentro. Todos tenemos en nuestro interior riquezas empolvadas, tesoros escondidos... Sólo hace falta mirar hacia nosotros mismos, reconocerlos y hacer que crezcan hacia el exterior.

lunes, 16 de abril de 2012

Lunes: un buen día para comenzar

Lunes. Para la mayoría de nosotros, un día complicado... 

¿Y si intentáramos cambiarlo? Os propongo un reto; es algo de lo que ya he hablado aquí en otras ocasiones, pero hoy, primer día de la semana, con un montón de días y trabajo por delante, tal vez estaría bien comenzar con ello.

¡Allá va! Sé que muchas personas, entre las que me incluyo, ya lo estamos haciendo, y que otras, con o sin razón y siendo ese pensamiento totalmente respetable, se muestran bastante escépticas a llevarlo a cabo. Para las primeras, será sólo un recuerdo; para las segundas, sólo deciros que no perdéis nada, así que, ¿por qué no intentarlo?

Veréis, es tan simple, o tan complicado, como comenzar a modificar nuestro lenguaje. Y no me refiero sólo a eliminar el "no", sino a mucho más. Está más que comprobado que todas las formulaciones negativas que recibe nuestro cerebro nos hacen entrar en un bajo estado de ánimo, disminuyen nuestra autoestima y, en ocasiones, hacen que no veamos realmente cómo somos; por el contrario, si transformamos esas formulaciones en positivas, descubriremos que nos encontramos mucho mejor, con más fuerza y vitalidad, con energía y con la idea de que, realmente, podemos conseguir lo que nos proponemos.  

Tampoco es una tarea que se pueda llevar a cabo de la noche a la mañana; primero, deberíamos pensar en cuáles son esas frases o palabras negativas que nos repetimos constantemente a nosotros mismos. Pueden venir motivadas por un fracaso pasado o, simplemente, porque se las hemos oído decir a otros (ufff, cuánto influyen los demás...) y son totalmente personales. No estaría de más hacer una lista con ellas y, ya de paso, mirar cómo nos sentimos cuando las escribimos o decimos... ¿te sientes bien? Seguro que no, así que, ¡allá vamos! A continuación, simplemente, escribe lo mismo de manera más positiva y vuelve a pensar en cómo te sientes; ¿cambia algo? Si la respuesta es afirmativa, ¿no crees que merece la pena comenzar a modificarlo? (vuelvo a repetir que, si no ha sucedido nada, sólo habrás perdido unos minutos de tu tiempo, así que tampoco tiene demasiada importancia...)

Como tal vez alguno está pensando que no tiene demasiado claro cómo hacerlo, aquí os dejo una serie de ejemplos. Podéis completar la lista con los vuestros propios, modificarla, planificarla para cambiar un par de frases al día, a la semana... y veréis cómo todo se ve de otra manera.

Formulaciones negativas                           Formulaciones positivas

Rechazar                                                   Malentender
Exigir demasiado                                         Estar muy ocupado
Tonto                                                       Queda mucho por aprender
Deprimido                                                 No totalmente feliz
Preocupado                                               Interesado
...

¡Incluso podríamos reformular las positivas y convertirlas en algo todavía mejor! ¿Por qué no, "lo mejor" en lugar de "muy bueno"? o ¿"cargado de energía" en vez de "activo"...?


Ahí os lo dejo. Os invito a que lo probéis, os queráis y disfrutéis de vosotros mismos y de las miles de capacidades que poseéis en vuestro interior.