domingo, 22 de abril de 2012

El "maestro" que no tuve.


Después de leer libros y libros, de organizar apuntes y subrayarlos, de hacer cursos vivenciales, buscar información y ver multitud de vídeos, me encuentro frente a una hoja en blanco tratando de comenzar la memoria final de mi máster.

Mi mente vaga por todos los conocimientos que he adquirido y, sin embargo, me siento incapaz de escribir sobre teorías y estudios que han hecho otros. Y vuelvo una y otra vez al punto de partida. 

Recuerdo por qué elegí este tema, "La gestión emocional en el aula", y rememoro continuamente mis experiencias en el mundo de la docencia.

Soy una de esas personas que tienen una gran "facilidad" para la asociación de ideas y, para bien o para mal, ello me hace ir más allá. No puedo quedarme en los recuerdos de mi labor ejercida como profesora, sino que mi cabeza se va a muchos años atrás; cuando yo era alumna.

Si saliéramos a la calle y preguntáramos a los transeúntes a qué se dedican y por qué lo hacen, muchos de ellos acabarán hablándonos de un profesor que les hizo ver lo que querían hacer en su vida. Y todavía más si, encima, su trabajo está relacionado con la enseñanza. 

Pues bien, en estos últimos días, he comprendido que no es mi caso. He tratado de encontrar a ese Maestro, con mayúscula, que me hizo "ver la luz" y comprender cuál era mi vocación. Y no lo he encontrado. Sé que tengo vocación por la enseñanza, pero también sé que ésta ha nacido de mí, de mi interior y que, gracias a ella, he podido comprobar que, cuando en un aula se muestran los afectos y se trata de potenciar los talentos de los alumnos, viéndolos como personas, con sus vivencias y virtudes, con sus experiencias y circunstancias, el aprendizaje resulta mucho más fácil, útil y gratificante. Y también el trabajo.

También sé que, si hubiera tenido ese "maestro" del que hablaba antes, las cosas hubieran resultado más sencillas. Y ese es mi porqué, mi motivo para escribir un trabajo de final de máster que verse sobre este tema. Y me aferro a él para plantarme delante del papel; para escribir casi cien páginas sobre ello; para confiar en que, tal vez, pueda resultar útil a otros profesores que, como yo, se plantean qué es lo que está fallando...

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